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PRÓLOGO
José Luis Melero Rivas
Juan Villalba Sebastián es uno de los hombres de la cultura más importantes en el Aragón contemporáneo. Su entusiasmo por las cosas de Aragón y, especialmente por las de Teruel y todo el Bajo Aragón, lo han convertido en una referencia inexcusable siempre que se habla de cultura aragonesa, pues a ella le ha dedicado gran parte de sus estudios y afanes. Yo leí con especial interés su libro publicado en 2004 por el Instituto de Estudios Turolenses sobre el cineasta Clemente Pamplona, a quien apenas nadie había estudiado hasta entonces. En la Gran Enciclopedia Aragonesa lo habían despachado con media docena de líneas, y su pasado falangista y de vencedor en la guerra civil (había sido uno de los fundadores de la Falange en Teruel y del diario Lucha) ayudaban poco a encontrar estudiosos que quisieran adentrarse en su vida y en estudiar su obra. Villalba, libre de prejuicios, creyó con razón que el de Bronchales merecía la atención crítica que nadie le había prestado hasta aquel momento, y escribió sobre él un libro fundamental que iba a enriquecer la escasa bibliografía sobre los directores de cine aragoneses que colaboraron con el bando franquista, entre ellos el también turolense Jesús Pascual Aguilar (hoy quizá el más conocido de ellos debido al episodio de su fusilamiento junto a Rafael Sánchez Mazas en el Monasterio de Santa María de Collell, que Pascual narró en su libro Yo fui asesinado por los rojos y del que David Trueba se hizo eco en su película Soldados de Salamina) y el zaragozano Santos Alcocer, productor de películas de directores como Pedro Lazaga o Luis Lucia, director de largometrajes en los que trató de aprovechar el tirón popular de cantantes como Antonio Molina, Rafael Farina o Juanita Reina, y autor de tres libros sobre la guerra justamente olvidados y perfectamente prescindibles (…Y Madrid dejó de reír, Fusilado en las tapias del cementerio y La Quinta Columna). Clemente rodó seis películas, algunas con guión de Fernando Lázaro Carreter. Yo solo había visto de él su Don José, Pepe y Pepito (con títulos de crédito de Antonio Mingote y música de Antón García Abril) y el libro de Villalba me sirvió para ahondar en un personaje al que conocía poco y mal y me despertó la curiosidad por ver algunas de sus otras películas. Una vez conocidas, estoy en condición de asegurarles que podrán vivir sin verlas. Seis años más tarde, en 2010, Villalba publicó su estudio sobre Juan García, el tenor de Sarrión nacido en 1896, a quien yo admiraba como cantador de jotas, pero a quien poco conocía como tenor de ópera y zarzuela. Sus jotas las han cantado ya los más grandes cantadores, pero fue Natividad Brivián la primera que dedicó a García una grabación inolvidable en 1997, recreando y poniendo al día sus jotas más características. Luego, su grupo “Aires de Albada”, que dirige junto con su marido Juan Labrador, sería el que recuperara la Ronda de Juan García o “Ronda de Javalambre”, que el de Sarrión llamaba “Los de Abejuela y Titaguas”, con música de Juan Quintero. Villalba nos regaló una gran monografía sobre “el Tenor de los Reyes” (pues García actuó en diferentes ocasiones ante los reyes de España y Villalba quiso subtitular así su libro para tratar de fijar ese apelativo con el que fue conocido en su momento), con una inmensa información, fotografías inéditas y un excepcional repertorio de ilustraciones. El capítulo de su paso por el cine durante la República de la mano de Edgar Neville y Benito Perojo es especialmente interesante para quienes nada sabíamos de su colaboración en películas de la época. Mientras tanto y a la vez, Juan Villalba seguía divulgando la cultura aragonesa y escribía libros y artículos sobre el maestro Pedro Pablo Vicente Monzón y sobre Braulio Foz, Miguel Buñuel, Andrés Marín, Teodoro Gascón, Santiago Lorén, Alfonso Zapater, Antón García Abril o Adelino Gómez Latorre (de quien tanto me hablaba un agradecido Ildefonso Manuel Gil, pues el de Caminreal le había ayudado en Teruel de forma decisiva durante la guerra), ejercía la crítica literaria en Turia y otras publicaciones, y se adentraba con éxito en la narrativa con excelentes relatos como los recogidos en Cuarto menguante y Fotogramas. 14 Cuentos de cine. Ahora, Villalba nos entrega su nuevo libro, Voces turolenses en la lírica, y estudia al alcañizano Amable Leal, nacido en 1875, y a Pascual Albero, que vio la luz en Alcaine, en 1906, bien conocido el segundo por todos los buenos aficionados a la jota aragonesa, a quien que dedicó ya una pequeña monografía Fernando Solsona, y completamente desconocido para mí el primero, que ha sido todo un descubrimiento. Yo tenía por casa la zarzuela El maño y ahora he reparado, gracias a Juan Villalba, en que uno de sus intérpretes fue Amable Leal. Los lectores van a disfrutar sin duda con estos apuntes biográficos que les acercarán a las vidas y andanzas de estos dos tenores turolenses. Uno de los editores de Juan Villalba fue el poeta Ignacio Escuín Borao, hoy Director General de Cultura y Patrimonio del Gobierno de Aragón. Hace unos días hablaba con Escuín sobre Villalba y me confesaba que a él le debía su pasión por la literatura. “Fue el mejor profesor que tuve en Teruel y me transmitió todo su fervor por la asignatura. Nunca lo olvidaré”, me confesó Nacho Escuín. Villalba es pues, además de un gran escritor y divulgador, un excelente profesor que ha forjado vocaciones literarias para siempre. Uno se siente por todo ello muy honrado de poner este humilde delantal delante de uno de sus libros. Ojalá vengan otros muchos después, para mayor gloria de Aragón y sus tierras turolenses.
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