UN PASEO ENTRE GENTE EXTRAORDINARIA

 

José Luis Melero

(Publicado en el libro-disco Roberto Ciria. A ritmo de jota, Huesca, 2011)

El 8 de octubre de 1974 José Iranzo y Mariano Arregui me ganaron para siempre para la jota. Fue mi primer Certamen Oficial. Tenía sólo diecisiete años y una pasión desmedida por el canto más tradicional de nuestro pueblo, que se me había despertado, casi con total seguridad, escuchando un gran programa de Radio Zaragoza dedicado a la jota en el que habitualmente podían escucharse antiguas grabaciones de Ofelia de Aragón, Cecilio Navarro, José Oto, Camila Gracia, Pascuala Perié, Felisa Galé, María Pilar Lasheras, Pascual Albero… Aquel año, como no podía ser de otra manera cuando una leyenda viva se presenta a concursar, ganó el Premio Extraordinario del Certamen el gran jotero de Andorra, que ese día bordó la tonada que siempre suele interpretarse con la canta de “Si mis ojos te dan pena / yo los aprisionaré…”, pero Arregui estuvo excepcional, inconmensurable, y cantó la “Carcelera” y la zaragozana pura de “Aunque pongan en el puente” como para ponerle un busto en la Plaza de Aragón. Por no decir con qué bravura y desparpajo abordó una de sus rondadoras preferidas: “Yo soy el amo la burra / en la burra mando yo…”. La gran Carmen Cortés ganó el premio femenino con una interpretación antológica de “Entré un día a ver la Virgen / y como no sé rezar…”  y de la emocionante “Adiós baturro del alma / adiós pero no pa siempre / a la tumba que bajaras / a la tumba iría a verte”.

Ya nunca desde entonces he faltado al Certamen. Al año siguiente, el día 14 de octubre, el de Ricla ganaba su segundo Extraordinario, Maruja Santafé hacía lo propio (los dos casualmente también habían conseguido su primer campeonato el mismo año, en 1969), y ese mismo día, tal vez mientras Arregui cantaba en el Principal, nacía en Huesca quien, treinta y un años más tarde, en 2006, lograría a su vez el Campeonato de Aragón: Roberto Ciria, el autor y responsable máximo de este disco-libro. Hagamos, pues, en homenaje a Roberto Ciria, un recorrido sentimental y personal (pues no quiere ser este el trabajo de un historiador imparcial sino el de un aficionado apasionado) por esos cantadores extraordinarios que desde entonces han subido a lo más alto de la jota cantada en Aragón.

Mariano Arregui fue siempre uno de mis cantadores preferidos: por su valentía, por su coraje, por arriesgar en cada actuación su vida en el escenario. Aún ganaría tres Extraordinarios más: los de los años 1976, 1979 (el año en que se presentó Matías Maluenda, ya viejo y casi sin voz, pero con un empaque y dignidad que para sí hubieran querido muchos jóvenes de entonces) y 1984, y se quedaría en cinco grandes premios, algo que nadie hasta la fecha ha superado. Esos años fueron suyos, como lo fueron de Carmen Cortés, que acabaría ganando cuatro campeonatos a lo largo de su carrera, los de los años 1966, 1970, el ya citado de 1974 y el de 1976.

Desde entonces y hasta 1984 se sucedieron distintos ganadores, sin que ninguno de ellos marcara una época ni lograra imponer su hegemonía: Angel Galé, el calandino Ramón Navarro (que tan bien cantaba aquello de “Soy de Calanda, Calanda, / y de la rica ribera, / se crían melocotones / y chavalas de primera”), Florencio Artal, José Antonio Lázaro, María Teresa Aguirre (que fue la única que en esos años ganó el Extraordinario por dos veces, en 1977 y 1979), Aurora Tarragual, la epilense Olvido Serrano y Pilar Ferrando. Pero es en 1984, fecha del último campeonato de Mariano Arregui, cuando surge la gran cantadora que habría de comandar durante algunos años el canto femenino de la jota: Begoña García Gracia, la nieta de Juan Antonio Gracia, el excepcional cantador de Nuez de Ebro, padre de Petra Gracia y tío de la gran Pascuala Perié. Begoña García Gracia ha sido para mí una de las mejores cantadoras que ha dado la jota aragonesa en todos los tiempos, por su delicadeza, por su saber decir la jota con un gusto exquisito, sin gritos ni estridencias (heredada tal vez de su maestra María Pilar Lasheras, discípula predilecta a su vez de Pascuala Perié), por su pureza y respeto escrupuloso a los estilos antiguos. En unos años en los que a veces se competía por ver quién gritaba más, Begoña García Gracia era siempre garantía de sensibilidad y buen gusto. Ganaría cuatro Extraordinarios, los de los años 1984, 1987, 1988 y 1990, este último compartido con María Pilar Mendi. Le disputó su liderazgo esos años otra gran cantadora, María Teresa Pardos Narvión, también zaragozana como ella y de portentosas facultades, que habría de ganar tres premios Extraordinarios, los correspondientes a 1986, 1989 y 1992. Sólo pudieron abrirse paso entre ambas María Jesús Pardillos, que ganó el campeonato de 1985, y la cantadora de Monreal del Campo Teresa Pomar Peribáñez, que se llevó el premio de 1991. A María Jesús Pardillos, que nos hacía vibrar de emoción cuando cantaba espléndidamente la rabalera clásica de “Me dijiste rabalera / porque habito en el Rabal…”, le vi ganar en marzo de 1981 el 2º Concurso Demetrio Galán Bergua, y en 1985 el premio extraordinario que convocó el mismo Concurso entre los diez ganadores de las cinco ediciones anteriores.

En 1985 ganó por primera vez el Extraordinario otro de mis cantadores favoritos: el gran Fernando Checa Villa, de personalísima voz, incomparable y generoso rondador y que ha popularizado en los últimos años el estilo de “las gallinas” -como lo llamaba Aurora Tarragual- que él aprendió de la mítica Jacinta Bartolomé (a quien aún escuché cantar, acompañándose ella misma a la guitarra en el homenaje que se le tributó en el Teatro Principal el 19 de marzo de 1981) y que interpreta con una preciosa canta: “Canto a la espiga del trigo / canto al campo, canto al aire, / y canto a la libertad / como no le cantó nadie”. Checa ganaría además los Extraordinarios de 1991 y 1992.

Los otros cantadores que por esos años ganaron el Extraordinario fueron Alfredo Longares Aguarón, natural de Calatorao, en 1986, Inocencio Lagranja, de Remolinos, en 1988, y el oscense Luis Arellano Santa Fe en 1990. Lagranja y Arellano han sido grandísimos cantadores (alguna interpretación de la fiera del “Ay de Fuentes” de Inocencio Lagranja es para enmarcarla y colgársela uno en el despacho), pero el número uno de aquellos años, mi preferido a pesar de haber ganado sólo un gran premio, fue Alfredo Longares, que un día cantando una “fiera antigua” en el Principal casi hubiera conseguido, de habérmelo pedido, que un zaragocista recalcitrante como yo abjurara de su equipo y se hiciera seguidor del que él me ordenara. Fue quien más me ha recordado en estos años que repasamos la voz limpia, clara y poderosa del gran José Oto. Longares, que desgraciadamente abandonó pronto la jota para tratar de dar el salto a la lírica, habría podido ser sin lugar a dudas la figura indiscutible de nuestro canto durante muchos años y su liderazgo incuestionable hubiera sido respetado por todos, pues todos reconocen, desde luego en privado y muchos también en público, que no hubo cantador como él en aquellos años.

Es 1993 el año de la irrupción del cantador de Rubielos de Mora Vicente Olivares Gil que, como ocurrió antes con Mariano Arregui y sucederá después con Nacho del Río, va a marcar un hito en la historia de la jota con sus cinco premios Extraordinarios logrados en ese año 1993 y en 1994, 1997, 1998 y 2000. Olivares es un cantador dotado de una voz extraordinaria, estudioso de los estilos antiguos, algunos de los cuales ha rescatado y popularizado para siempre (como el conocido de la “Cachipurriana” que cantara Cecilio Navarro), competitivo y valiente en el escenario como pocos. Sin duda uno de los más grandes cantadores de todos los tiempos. En la segunda mitad de la década de los noventa aún quedó tiempo para que Javier Soriano, el gran cantador de Utebo, ganara sus dos Extraordinarios, en los años 1996 y 1999. Soriano es también cantador de grandes cualidades, valiente intérprete de los estilos más difíciles y arriesgados, que merece un mayor reconocimiento del que a veces parece que disfruta.

En los noventa sólo dos mujeres repitieron Extraordinario: la cantadora de Uncastillo María Pilar Mendi Álvarez, que ganó el que compartió con Begoña García Gracia en 1990 y el de 1996, y Laura Martín Montalbán, que se alzó con el triunfo en los años 1993 y 1995. Desde entonces y hasta hoy el canto femenino ha sufrido una gran atomización y, con la excepción de Sandra Guerrero como más adelante veremos, no ha habido una gran figura que haya sobresalido sobre las demás de forma incontestable. Así, en 1994 se llevó el Extraordinario María Auxiliadora Gimeno Gimeno, en 1997 la cantadora de Aliaga y gran estilista Trinidad Loscos Carretero, en 1998 Ana Belén Sanz Mora, en 1999 María Carmen Salinas y en 2000 María Ángeles Genzor, hija de María Auxiliadora Gimeno y el único caso que recuerdo de madre e hija que hayan ganado el premio Extraordinario del Certamen.

En 2001 hace su aparición la gran estrella de la jota surgida en los últimos años: el cantador de Calatayud José Ignacio del Río Torcal -Nacho de Río- que ganará el Extraordinario de ese año y los de los años 2002, 2003, 2005 y 2008. Es como ya hemos dicho, junto con Arregui y Olivares, el único que ha obtenido cinco premios Extraordinarios. Discípulo predilecto del recordado Jesús Gracia, Nacho del Río es ejemplo de estudio, de compromiso con la jota, de renovación estética y de un intento ejemplar de rescatar los viejos estilos y adaptarlos a los modos y maneras de cantar de hoy. Sus tres libro-discos de “La jota ayer y hoy” publicados en 2005, 2006 y 2008 han marcado un antes y un después en la historia de la jota, y mal está que uno lo diga pues ha participado en los tres. Su juventud y preparación hacen pensar que puede batir todos los registros y convertirse en el cantador más laureado de la historia del Certamen. Otros ganadores de los últimos años fueron Alberto Remiro Vaquerizo, de Épila, que obtuvo el campeonato en 2004, y Víctor Guillén Vives, de Almudévar, que fue el ganador en el año 2009.

En el canto femenino ha destacado Sandra Guerrero Portillo, que ganó los años 2001, 2003 y 2005. Pero de las restantes ganadoras, siguiendo en esa línea de enorme fragmentación del canto femenino de la que antes hablábamos, ninguna ha logrado obtener más de un premio: María Inmaculada Bescós obtuvo el Extraordinario en 2002, la jotera de Monzalbarba María Luz Calvo Lahoz hizo lo propio en 2004, la bilbilitana Yolanda Larpa Melús (una de mis debilidades por su arrojo y valentía) se llevó el del año 2006, Lorena Palacio (otra de mis preferidas) el del 2007, Sonia Platero, de Pedrola, el del 2008 y la cantadora de La Muela Ángela Aured el del pasado año 2010, con una actuación memorable y soberbia, llena de buen gusto y delicadeza que nos recordó a la mejor Begoña García Gracia. Todas ellas andan sobradas de preparación y cualidades y demuestran bien a las claras que son muchas las cantadoras capacitadas hoy para ganar el premio más importante de la jota aragonesa.

He dejado para el final, naturalmente, el Premio Extraordinario de canto masculino de 2006. Porque ese fue el año en que ganó Roberto Ciria Castán. Formábamos el Jurado tres grandes cantadores como Begoña García Gracia, Laura Martín Montalbán y Vicente Olivares Gil, que sumaban entre los tres nada más y nada menos que once Premios Extraordinarios, un ilustre profesor de música como Javier Maza y el humilde aficionado y escritor que perpetra estas líneas. Todos estuvimos de acuerdo en que la actuación de Ciria había sido excepcional y que merecía el Premio sin duda ninguna. Fue una de mis mayores alegrías como jurado del Certamen, porque Ciria es para mí uno de los más grandes valores con los que cuenta hoy la jota y uno de sus intérpretes más serios y rigurosos. Y me alegré mucho de que ganara un cantador de Huesca, ciudad a la que en Zaragoza tanto se ha querido siempre, algo que no ocurría desde 1990. La juventud y preparación de Ciria, como antes decíamos de Nacho de Río, le hacen ser uno de los grandes favoritos a marcar también una época de oro en la historia de la jota aragonesa.

Y como esto es una visión personal de los Premios Extraordinarios, no querría terminar sin recordar a algunos de mis cantadores preferidos que, inexplicablemente, aún no han inscrito su nombre con las letras de oro del Certamen. No sé por qué, pero nunca han ganado el Extraordinario los torrijanos Jesús Benito y José María Julve, que me emocionaban cantando como pocos lo han conseguido, el oscense Toño Julve, que canta como los ángeles, y mi admirada Beatriz Bernad, que tiene una de las voces más bellas que uno recuerda. Entre todos habría que tratar de remediar rápidamente esta grave anomalía histórica.