Seducción
de
Antón Castro
Editorial Olifante. Zaragoza, 2014
Prólogo de José Luis Melero
En Antón Castro lo esencial es la poesía, lo demás es contingente. En todos sus libros de relatos uno tiene siempre la sensación de estar leyendo al poeta que, no se sabe por qué extraña razón, ha decidido ensamblar sus versos y hacerlos pasar por prosa en magnífico trampantojo. Pero en cada página de su obra narrativa, de forma natural, la poesía brota y se expande, se impone con la fuerza de un estallido involuntario y rotundo. En el año 2010 Antón Castro decidió dejar de publicar muchos de esos versos como si en realidad no lo fueran y entregárselos a sus lectores como lo que de verdad eran: poesía de la más alta calidad, poesía de la luz, las pasiones y los sentimientos. Y publicó entonces Vivir del aire, que fue recibido con alborozo por tantos como esperaban que el poeta Antón Castro liberara por fin sus versos del ropaje prosaico bajo el que los había ocultado, les diera vida propia y los dejara correr a su suerte sin corsés, antifaces ni ataduras, libres ya de las cadenas de aquel aparente prosaísmo al que parecían condenados. Al año siguiente apareció su segundo poemario El paseo en bicicleta, al que también incorporaba algunos pequeños relatos escritos en su inconfundible prosa poética marca de la casa, y un año más tarde reuniría muchos de sus versos publicados y algunos otros inéditos en una antología que tituló Versión original, en caluroso homenaje a nuestro querido amigo tristemente desaparecido, el escritor Félix Romeo, a quien le había dedicado ya un poema con ese título que, en su honor y a la postre, iba a dar nombre a todo el poemario. Ahora nos entrega Seducción, su última colección de versos, un libro carnal, lleno de sensualidad, de deseo, de pasión amorosa. Y también un libro conmovedor, en el que el poeta abre su corazón y nos convierte, audaz y amorosamente, en sus leales confidentes. En este sentido, uno de los poemas más desgarrados y emocionantes del libro es “Amor de Madre”, en el que Antón pondrá en labios de la suya dolorosas confesiones acerca del cariño y las caricias que le faltaron, de la ternura cuyo idioma desconoció, de las palabras que nunca supo encontrar para él. Y el otro gran poema autobiográfico es “Amor y bricolaje”, un poema sobre los problemas cotidianos de vivir en una casa en el campo en el que Antón permitirá que conozcamos, descarnadamente y sin tapujos, sus miedos y debilidades: “Siempre vivo en alerta, en tensión. A la desesperada”, nos dirá. Y también: “Ya lo sé: soy aprensivo, temeroso, dubitativo. / Antes que contigo, me he casado con el pánico”, le confesará a su mujer, a quien le seguirá confiando: “Vivo en la cuerda floja permanente. Mi ánimo pende / de un hilo invisible, soy fatalista y enfermizo”. Antón consigue de ese modo convertir sus dudas y vacilaciones (que son iguales a las de tantos) en pura emoción poética que nos turba y enternece. Antes, en “Una historia de amor”, un conjunto de textos escrito al principio solo aparentemente en prosa, también Antón había ido dejando sueltos, por aquí y por allá, sus versos siempre reconocibles: “escribo versos con mi desvelo y una tinta verde como iguana”, “sus labios de cereza vencidos por el sol”, “me he perdido fuera de mí y muy lejos de ti”, o esos otros tan de su gusto, tan próximos a lo onírico o al surrealismo: “si te vas vuelve con alacranes y zapatos nuevos” o “a veces sueño que te vuelves hiedra o laurel, selva espesa, corazón salvaje de retama”, que prueban, una vez más, como si todavía hiciera falta, que en Antón la poesía está permanentemente presente en su prosa. Los conocedores de la literatura de Antón saben que su capacidad de evocación y de ensoñación (pues nunca se sabe cuándo termina una y empieza la otra) es legendaria. Aquí vuelve a demostrarlo de nuevo y nos trae el recuerdo de Tembrás, el tutor y profesor de fotografía; de Rosario, la de Sada, su amor imposible, “coja, dulcísima, de un mirar suave y más bien opulenta”, por quien se hizo poeta y escribió sus primeros aforismos; de la playa de los delfines (ya una constante mágica en su obra) en la que aquella muchacha, que era y no era su prima, le descubrió su mejor secreto y “el mar se erizó de olas y crujieron todas las almas”; o el de aquella pintora que vivía en un piso próximo al canódromo y con quien, al encontrarla de nuevo muchos años después, rememorará que en esos días lejanos ella “llevaba unas botas verdes de payaso y todo el frío en el cuerpo y en el alma”. Está también en el libro su amor por la música, tan evidente en “Tchaikovsky”, su pasión -compartida por tantos- por las mujeres hermosas, personalísimas e inteligentes, personalizada esta vez en “Buscando a Debra Winger”, o el culto a la amistad y al recuerdo de los escritores legendarios o desaparecidos, con sus homenajes a Félix Romeo, Mariano Esquillor, Julio Antonio Gómez, Vicente Almazán o Javier Tomeo; y son bellísimos los poemas que Antón agrupa bajo el título de “Se querían” y en los que, sutil y delicadamente, nos trae el recuerdo de los amores -serenos unas veces, turbulentos otras- de Ángel Crespo y Pilar Gómez Bedate, de Ana María Matute o de José Ángel Valente. Seducción conmueve, perturba y emociona con la fuerza con que solo lo hacen los grandes libros, esos que Antón Castro lleva regalándonos desde hace años, como en silencio y a hurtadillas, para felicidad y disfrute de todos.
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