LA RONDA DE SAN MARTIN DEL RÍO

José Luis Melero

(Prólogo al inventario de coplas de la Ronda de San Martín del Río. Zaragoza, julio de 2015)

 

 

Hay pueblos y ciudades de Aragón que han mantenido sus costumbres y tradiciones, a través de los tiempos, contra viento y marea. Son, naturalmente, los pueblos y ciudades más vivos de Aragón, aquellos que saben que sus señas de identidad son precisamente los que los hacen únicos e irrepetibles. Así, entre otros muchos, Cetina y su contradanza, Albarracín y sus mayos, Bielsa y sus carnavales, Tarazona y su cipotegato, Híjar y sus rosarieros o despertadores, Estercuel y su Encamisada, Jaca y su Primer Viernes de Mayo… y San Martín del Río y su ronda.

La tradición de rondar en los pueblos de Aragón se ha mantenido viva y pujante hasta hoy, tal vez porque la jota de ronda es la representación más genuina de la jota aragonesa. Pero hay rondas personalísimas, diferentes, que mantienen un estilo y una musicalidad propios desde su origen. En ellas no se cantan las tonadas tradicionales que pueden escucharse en las otras rondas aragonesas, porque el pueblo acuñó un estilo único y peculiar que las convirtió en maravillosos ejemplares de vitrina y museo. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con lo que se exhibe en los espacios museográficos, que no es sino parte de nuestra historia y el reflejo de nuestro pasado, afortunadamente para nosotros estas rondas tienen presente, están más vivas que nunca y podemos escucharlas hoy igual que lo hicieron nuestros tatarabuelos. Entre este tipo de rondas, dos sobresalen sobre las demás: la ronda de los quintos de Aguarón en la festividad de San Blas y la ronda de San Martín del Río.

San Martín del Río tiene por tanto el privilegio de mantener viva una ronda que ya está catalogada como uno de los bienes inmateriales más importantes de Aragón y que ha sabido mantenerse pura y libre de influencias externas al menos durante los últimos ciento sesenta años. Son tres las ocasiones en que sale a la calle la ronda de San Martín del Río, que hunde sus raíces a mediados del siglo XIX. La primera de las rondas tiene lugar durante las tres noches anteriores a comenzar las fiestas patronales y cada una de esas noches se ronda a todas las mozas (una copla a cada moza) por diferentes calles del pueblo (que se divide para ello en tres zonas o sectores), por lo que también se la conoce como “Ronda de las mozas”. La ronda la componen unas treinta o cuarenta personas, entre hombres y mujeres, y se utilizan instrumentos de cuerda (guitarra, laúd y guitarrico) y de percusión (pandereta, botella y triángulo). Se canta siempre la misma tonada, que comienza un cantador en solitario (siempre un hombre) y luego continúan todos los demás, mujeres y hombres. Entre las coplas que se cantan, las hay tradicionales de la jota aragonesa, que pueden escucharse en otras rondas en cualquier pueblo de Aragón, y las hay propias del pueblo, que solo se cantan en San Martín del Río. Estas rondas de noche comienzan a las 23 horas y suelen durar entre dos horas y dos horas y media.

La segunda de las rondas se celebra el 15 de agosto, por lo que también se le llama la “Ronda del día de la Virgen”. Comienza a las 8 de la mañana y dura hasta las 12,30 o las 13 horas. En ésta se utilizan, además, instrumentos de viento (trompeta, saxofón y tuba), que acompañan a los de cuerda y a los de percusión. Y la tercera ronda sale a la calle el día de Santiago, una hora por la tarde, entre las 19 y las 20 horas. Esta última ronda tiene la peculiaridad de que en ella se utilizan dulzainas, que habitualmente han sido tocadas por los Dulzaineros del Bajo Aragón. En los dos últimos años ya participan los Dulzaineros de San Martín, que se están preparando y formando con aquéllos para que, en un plazo de tiempo no muy lejano, puedan responsabilizarse de la ronda.

Hace años, uno de los mayordomos (que eran quienes habían ganado la puja para quedarse las fiestas, que eran subastadas) portaba en la ronda, a modo de estandarte, una horca de trillar de la que colgaban los animales que luego iban a cocinarse. Y solo participaban en la ronda los rondadores, y no todos cuantos quisieran como se hace ahora. En nuestros días ya no sale esa horca y la comisión encargada de organizar las fiestas (que desde luego ya no se subastan) saca una bandeja para recaudar fondos con los que sufragarlas.

San Martín del Río tiene en su ronda un tesoro. Y las sanmartineras y los sarmantineros, y por extensión todos los aragoneses, la responsabilidad histórica de preservarla y entregarla, viva y limpia de adherencias, a nuestros hijos y nuestros nietos. No me cabe duda de que así lo haremos. Con orgullo y con tesón. Porque como decía Cajal: cuando los aragoneses nos ponemos a trabajar, que nos echen alemanes.