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Guion para la PRESENTACIÓN DE TOCAR LOS LIBROS, de Jesús Marchamalo José Luis Melero Librería Antígona. Zaragoza. 19 de mayo de 2016
Tocar los libros es uno de los libros favoritos de Marchamalo y tal vez el más autobiográfico. Y es uno de mis libros favoritos, uno de los libros sobre libros más entrañables y maravillosos que se han escrito nunca, a la altura de 84 Charing Cross Road de Helene Hanff y Mendel el de los libros de Stefan Zweig. Todo en él es un canto apasionado a los libros, un tratado de amor a los libros. Y a todo el universo que rodea a los libros: las bibliotecas, las dedicatorias, los exlibris. Y lo más hermoso del libro es que cualquier lector, cualquier bibliófilo, cualquiera que sienta pasión por los libros se reconoce en él. Así por ejemplo sucede cuando: - Nos habla de la imposibilidad de elegir un libro. ¿Qué libro se llevaría a una isla desierta?, nos preguntan a menudo. Y a muchos nos ocurre que somos incapaces de realizar ese ejercicio de monogamia. Pág. 23. Marchamalo dice que “mi país literario sería aquel en el que convivieran… , con lo que acabamos sabiendo cuáles son algunos de sus autores favoritos. - Nos habla de la desmemoria, de que no nos acordamos de muchos de los libros que hemos leído. Y nos habla de una Biblioteca de libros olvidados. Patrick Süskind es una de las víctimas de la desmemoria, que ha confesado haber leído un libro dos o tres veces sin recordar nada. Pág 24. Y Mallarmé escribía al final de los libros resúmenes argumentales para evitar relecturas involuntarias. - Nos habla de que en todas las bibliotecas existen libros de difícil justificación. Marchamalo, por ejemplo, tiene métodos para aprender francés. Y libros de piratas. Y nos pone otros ejemplos: Walter Benjamín (cuentos de hadas y libros escritos por dementes, como nos recordó también Ivette Sánchez en Coleccionismo y literatura), Salinas (tratados de urbanidad), Aleixandre (novelas policíacas)… Pág. 19 Y nos dice que Anne Fadiman, la escritora norteamericana, colecciona libros sobre exploraciones, “no sé si árticas o antárticas, porque es algo con lo que siempre me he líado”. Aparece ya el finísimo humor de Marchamalo. - Nos habla de que los libros lo colonizan todo y de que acabamos siendo prisioneros de los libros. Pág. 28. Y nos pone más ejemplos: Alfonso Reyes, que escribía a las editoriales para que no le mandaran más libros, Fernando Arrabal, que no se puede cambiar de casa porque no encuentra ningún lugar suficientemente grande donde poder guardar los libros, Dámaso Alonso, que contó a Manuel Vicent que por las mañanas, después de desayunar, se ponía en la puerta para evitar que entrara un solo libro más en casa, o Gastón Baquero, que tenía libros hasta en la bañera (aunque éste es un dato que agradecería que no saliera de aquí). Relación de Ildefonso y Jarnés (Jarnés también tenía libros en la bañera, pero tenía dos en su casa del Paseo de Santa Engracia de Madrid. Los iba vendiendo en la Cuesta de Moyano y le dijo a Ildefonso que se llevara los que quisiera. Se llevó la 1ª de Las Nacionalidades de 1877. Me dijo Ildefonso: “Desde entonces soy republicano federal”) - Nos habla del ORDEN en las bibliotecas. Y comenta que a Savater no le preocupa tanto el desorden como el precio que tienes que pagar por él: tener que comprar otra vez un libro que sabes que tienes pero que no encuentras. ¿Cómo debemos ordenar nuestras bibliotecas? Pág 37 y ss. Hay dos formas habituales: el orden alfabético y el cronológico. El alfabético tiene sus detractores, porque a muchos no les gusta que Labordeta pudiera estar al lado de Lafuente Estefanía. Cosa que se solucionaría no teniendo libros de Lafuente Estefanía. El cronológico es un lío porque tienes que saber cuándo nació cada uno y eso es un lío a veces. Está claro que Anacreonte, en el orden cronológico, va delante de Juan Eduardo Zúñiga, y eso que Zúñiga tiene una edad; y que Gertrudis Gómez de Avellaneda va delante de Ana María Matute. Pero ¿quién va delante: Kafka (1883) o Chandler (1888), Zorrilla (1817) o Baudelaire (1821) ? Javier Marías y Félix de Azúa utilizan el orden cronológico y Azúa apunta el año de nacimiento de los autores en el lomo. No haré comentarios sobre esta costumbre. Otros los ordenan por editoriales (Lezama o el propio Delibes). Yo los ordeno por materias, y dentro de éstas, por autores. Y por habitaciones, como una librería de Oviedo: la de José Manuel Valdés. Valdés tenía un piso y en cada habitación había una materia. - Nos habla de las preguntas habituales. ¿Los ha leído usted todos? Andy García se lo preguntó a Cabrera Infante. Y éste contestó: “Sí, pero tranquilo: una sola vez”. Eco lo aclaró: hay libros para leer y libros para tener. Anatole France explicaba que no se leen todos los libros que uno tiene, igual que no todos los días se desayuna en la porcelana de Sèvres. A Andrés Trapiello le preguntaron ¿Los ha escrito usted todos? Y para no decepcionarle contestó: sí, casi todos. - Nos habla de cuántos libros tenemos, de cuál es el número de nuestros libros. Aleixandre tenía 2.000, Borges tenía 3.000, que me parecen poquísimos para él. Mendoza los abandona en los parques y tiene solo cien o doscientos. No tenían libros ni Espriu (que solo tenía los cuatro o cinco con los que trabajaba y que luego regalaba en cuanto acababa con ellos) ni Cioran, que leía en la biblioteca de París. En cambio, Luis Alberto de Cuenca le confesaba a Daniel Heredia que tenía más de 35.000. - Nos habla de si hay que terminar los libros. Lampedusa decía que hay que saber aburrirse con los libros. Pero, claro, él era rico y tenía tiempo. Y según Marchamalo leía en una bombonería, con lo que sus opiniones literarias se veían dulcificadas por el entorno. Wilde decía que siempre llevaba algún libro suyo por si en algún momento había que echar mano de una lectura inteligente. ¿Cuáles son los libros que no hemos terminado? Pág. 67 Gimferrer a Molina Foix sobre Volverás a Región: “No se entienda nada, pero es maravilloso”. Una vez se preguntó en un diario a un grupo de conocidos escritores qué libros no habían terminado. Doktor Faustus, La Divina Comedia, Paradiso, Bajo el volcán, Ulises… Nos habla de las dedicatorias. Éstas son uno de los fetiches preferidos por muchos. Juan Bonilla presume de tener un libro dedicado por Salinger. Yo vi uno en Dublín este verano, pero hubiera tenido que ser Rockefeller para comprarlo. Marchamalo nos habla de sus libros dedicados, que son muchos y buenos. A mí me pone los dientes largos una dedicatoria de García Márquez: “Para Jesús, ¡Jesús!”. El asunto de las dedicatorias de García Márquez. El asunto de Borges en 1985 firmando Los conjurados. El asunto de Dámaso Alonso firmando Hijos de la ira. Yo vi un Quijote firmado por Cervantes (contar la historia). Nuevas canciones, de Machado, que tenemos los dos con la firma de Machado. A mí los mejores me parecen los libros dedicados por un autor a otro. Laín a Julio Caro. - Nos habla de las bibliotecas de los escritores, que tanto ha visitado: Muñoz Molina y Elvira Lindo, Savater, Atxaga, Marías… - Nos habla de los libros esguardamillados y las visitas a las librerías de viejo. Incluso a los libreros más preparados se les escapa un libro. No pueden saber de todo. Hay que saber más que el que te vende. - Nos habla de los exlibris - Nos habla de lo que nos encontramos dentro de los libros. Muchos guardan en ellos dinero. En la “S” de Suiza, en una enciclopedia, decía Millás que había que guardarlo. O en “El avaro” de Molière, según Pitol. Yo lo guardo en Dinero de Martin Amis. Anécdota de Ildefonso, que no encontró en qué libro guardó su dinero. - Nos habla de las bibliotecas perdidas. Gómez de la Serna, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Aldous Huxley (en 1961) y Octavio Paz (en 1996) perdieron sus libros en sendos incendios. Pío Baroja y Juan Chabás en los bombardeos de sus casas en las calles Mendizábal y Fuencarral. También aquí se perdieron una parte de los libros de nuestra Universidad. La guinda del libro, y una de sus novedades en esta nueva edición, es el epílogo de Javier Jiménez, otro gran bibliómano y uno de los más grandes editores españoles. Su texto es un homenaje a los libros y a la amistad: y por ahí salen mi querido Pedro Álvarez de Miranda y Mateo Díez y Miquel y Planas, y el propio Marchamalo, claro, Dice que desde su publicación en Fórcola el libro no ha hecho sino venderse, “mes a mes, inasequible al desaliento”…“y se ha convertido en un libro fetiche que los amantes de los libros regalan a amigos y familiares como si fuera verdaderamente un talismán”. Eso es lo que tenemos que hacer nosotros esta tarde. Comprarlo, leerlo y regalarlo porque pocas veces acertaremos más con un regalo.
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