Presentación de Capital del desierto, de Jorge Sanz Barajas.

José Luis Melero, Centro Pignatelli, 4 de octubre de 2016

 

 

Este libro de Jorge es un maravillo libro coral lleno de historias conmovedoras.

En este libro hay muchas historias: está la conmovedora historia de unos camisas viejas falangistas que ven cómo sus sueños de revolución han quedado reducidos a nada, que parece que hayan ganado la guerra, pero que en realidad la han perdido, que ven cómo ellos viven modestamente en pequeñísimos pisos (igual o peor que antes del 36) mientras los ricos de siempre los han utilizado para seguir mandando como siempre han mandado y para seguir haciendo negocios sin escrúpulos.

Está la historia de quienes tuvieron que marcharse a la División Azul para hacerse perdonar que pertenecían a familias republicanas, como le pasó a Luis Ciges y a Berlanga. Y está la historia de quienes fueron a la División Azul convencidos.

Está la historia del estraperlo (al que va Mercedes Loscertales) y de la durísima posguerra. 

Está la historia preciosa del rodaje de “Salomón y la reina de Saba” en Valdespartera, con Gina Lollobrigida, Tyrone Power o King Vidor. Y también con Anthony Mann, que se casó con Sara Montiel. A ésta le preguntaron un día por León Felipe, que había sido un buen amigo suyo, y contó que cuando le dijo que iba a casarse con Anthony Mann al poeta no le gustó mucho la idea y le preguntó “¿Por lo menos será demócrata y no republicano”?

Está la historia de la primera Ofrenda de Flores.

Está la historia terrible de Heriberto Quiñones, dirigente comunista fusilado en 1942 después de ser salvajemente torturado (tanto, que tuvo que ser fusilado sentado porque no se podía tener en pie), y que encima sería acusado de traidor por la dirección del Partido. No fue rehabilitado por su propio partido hasta 1986.

Y está -ante todo y sobre todo- la historia viva de Zaragoza, contada por alguien enamorado de su ciudad, de su cultura y de sus gentes. La Zaragoza que ya no muchos conocen, desde Manuel Pinillos (de quien se eligen sus versos de El octavo día, de 1958, para encabezar los capítulos, pues la acción se desarrolla en buena parte en ese año) hasta Pío Fernández Cueto o Miguel Labordeta (hay un diálogo entre los dos extraordinario), y desde los Escoriaza (Escobaza, en la novela, y mejor ser escoba que escoria) hasta la rivalidad entre Florentino Ballesteros y Jaime Herrerín. Hablando de toreros, no puede Jorge evitar sacar en la novela a su pariente Fausto Barajas, en un mano a mano con Ignacio Sánchez Mejías, nada más y nada menos, presidente del Betis, el hombre que inspiró la mejor elegía en castellano desde las Coplas de Jorge Manrique a García Lorca, y quien le compró la biblioteca a Fernando Villalón. 

         Zaragoza, toda la Zaragoza de la época, está en esta maravillosa novela. Y yo me he visto permanentemente en ella. Yo he visto a Joaquín Mateo Blanco en el falangista cojo Talayero. Sale La Maravilla, el café de la Plaza de España donde un día yo vi a Luis Buñuel; Primitivo Rodrigálvarez trabajó en Octavio y Félez, que acaba de imprimir un librito mío; están las ediciones Atheneum, del catedrático y poeta Luis del Valle, (SULI VEYA), donde también publicaba Arturo Romaní Céspedes; está la colección Clásicos Ebro; está el divisionario Oroquieta, que no puede ser otro que Gerardo Oroquieta Arbiol, autor de un tremendo libro de memorias en 1958 que leí hace unos años: De Leningrado a Odesa. Y está Pío Altolaguirre, que sucedió a Jesús  Muro en la Jefatura de Falange. Y sale por la novela el arquitecto y camisa vieja Alejandro Allanegui, que trabajaría en Regiones Devastadas, que había sido amigo de José Antonio y fundador del SEU con Matías Montero y muchos de cuyos libros compré a sus herederos a su muerte.

        Y salen todos los clásicos zaragozanos falangistas de la época: Fernando Solano, Rey Ardid, Giménez Arnau, Baselga... Y Luis Martín-Ballestero y Costea, camisa vieja de Calatayud, catedrático de Civil, autor de un excelente libro, La casa en el derecho aragonés, con prólogo de Moneva, y cuya hija se casó con Marcelino. Y los burgueses de La Cadiera: Almarza, Sancho Dronda, Poza, Cremades… Y Laguna de Rins, Lacadena, Izuzquiza, Sinués, Valenzuela…    Y sacerdotes: Antero Hombría, Juan Antonio Gracia, el que fue capellán del Zaragoza, Orlandis… Y tradicionalistas como José María Zaldívar, Pepín Zaldívar, El Vigía de la Torre Nueva.

        Y muchos escritores: Luis Horno, Santiago Lorén, Labordeta, Pinillos, Pedro Galán… y pintores: Marín Bagüés, Lagunas, Baqué, Berdejo… Y catedráticos: Frutos, Ynduráin, Canellas…  El Café Ambos Mundos y hasta Casa Emilio. Y Pepe Pérez Gállego, que acaba de morir.

        También el libro es en ocasiones tremendamente duro, porque este es un libro decente de los pies a la cabeza, escrito por alguien que sabe de dónde procede y que no quiere olvidar. Así en la página 69 se recuerda al cardenal Gomá con estas palabras: “El gran milagro del cardenalito purpurado…

En la página 127 se dice: “Nuestra historia reciente…

O cuando, en la página 149, Primitivo recuerda a sus padres asesinados por los rebeldes: “Mis padres están bajo dos metros de tierra…

   La conversación del hijo del general Lacalle con su padre es también demoledora. Página 193: “No era esto padre…”

        Pero el libro tiene también sus buenas dosis de humor: por ejemplo cuando el ministro Gabriel Arias Salgado aseguró que lo bueno de la censura es que había conseguido que descendiera la masturbación en España; o cuando en el Café La Espiga, al entrar la policía social, se pusieron a hablar Labordeta y sus amigos de que a la OPI le habían encargado traducir el BOE al turco (ahí sale Emilio Gastón teniendo que marcharse al baño para reírse);  o cuando el Vigía se intenta colar en el camerino de la Lollobrigida y lo expulsan de malos modos del rodaje.

        Y me veo en la novela, porque Jorge seguro que ha sacado la anécdota de uno de mis libros (yo la saqué a su vez de uno de Marcos Ordóñez y así van pasando las historias de mano en mano), cuando cuenta la maravillosa anécdota del vello púbico de Ava Gardner. Hay dos anécdotas memorables relacionadas con un famoso cólico nefrítico que la actriz sufrió en Madrid, en su suite del Hilton, una noche de abril de 1954. Según la leyenda, Hemingway llevó colgada del cuello durante años una de las piedras que Ava expulsó del riñón, y cuando le afeitaron el pubis tuvieron que hacer un sorteo en el hospital porque todos querían quedarse con un mechoncito. Anécdota digna del mejor Azcona.

         Me gustan mucho los personajes femeninos de la novela. Creo que están llenos de luz y de humanidad: Consuelo, Carmen, Felisa, Mercedes… nos emocionan y nos transportan a una España durísima en la que ellas fueron las grandes sacrificadas.

        Esta Capital del desierto, esta Zaragoza de los cincuenta de nuestros padres y nuestros abuelos, ya tiene la novela perfecta para recordarla siempre.