Ignacio Martínez de Pisón,
Premio Nacional de Narrativa
José Luis Melero
(Heraldo de Aragón, 22-9-2015)
Cuando Ignacio escribió su primer libro, La ternura del dragón, tenía solo 22 años y era ya un escritor excepcional. Me impresionaban su madurez, su desmedida vocación y, junto a ellas, su ya legendaria falta de vanidad. Era el escritor sin vanidad, un raro ejemplar para disecar o conservar en formol. Sin embargo, siempre tuvo a la vez una gran seguridad en sí mismo y siempre supo que se dedicaría solo a escribir y que llegaría a vivir de ello. Renunció a hacer oposiciones, a darle forma a esa tesina sobre la literatura de la guerra de África que José Carlos Mainer iba a dirigirle, y decidió dedicar su vida por entero a la literatura. Pero no como esos santones que quieren hacernos creer a todas horas que tienen una gran vida interior, que viven la literatura como un sacerdocio y que se creen los demiurgos de vaya a saber usted el qué, sino con la naturalidad y falta de afectación de quien ha decidido escribir igual que otros levantan edificios, cultivan la tierra o enseñan a leer a los niños en las escuelas. Ya ganó con aquel primer libro el Premio de Novela ‘Casino de Mieres’ de 1984, y después seleccionó cuatro de sus cuentos, los agrupó bajo el título de uno de ellos, Alguien te observa en secreto y, sin encomendarse a Dios ni al diablo, los envió a Anagrama y Tusquets. Jorge Herralde fue más rápido que Beatriz de Moura, que tardó un par de días más que aquél en contestar también afirmativamente. Un jovencísimo zaragozano de 24 años iba a publicar ya su primer libro de cuentos en una de las más prestigiosas editoriales españolas. Comenzaría entonces una larga relación de Ignacio con Anagrama, que editaría sus siete siguientes libros, entre ellos el inolvidable Carreteras secundarias. Después Ignacio cambió de aires y pasó a editar con Seix Barral, en la que debutó con el extraordinario Enterrar a los muertos. Su último libro, La buena reputación, acaba de ganar el Nacional de Narrativa. No me alegraría más si el Zaragoza ganara la Champions. Aunque bien mirado, ¿no podrían ser las dos cosas?
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