JOSE-DOMINGO DUEÑAS LORENTE: Costismo y anarquismo en las letras aragonesas. El grupo de Talión (Samblancat, Alaiz, Acín, Bel, Maurín). Zaragoza, Edizions de l'Astral (Publicaciones del Rolde de Estudios Aragoneses), 2000.

 

Avalado por un firme prestigio de investigador eficaz y riguroso y unánimemente reconocido por sus estudios sobre Ramón J. Sender, a quien ha dedicado dos libros hasta la fecha -Ramón J. Sender, Literatura y Periodismo en los años veinte. Antología (1992) y Ramón J. Sender, 1924-1939. Periodismo y compromiso (1994)-, José Domingo Dueñas Lorente (Maluenda, 1959) nos entrega ahora uno de los más importantes, documentados y amenos ensayos sobre literatura aragonesa que se han publicado en los últimos años: Costismo y anarquismo en las letras aragonesas. El grupo de Talión (Samblancat, Alaiz, Acín, Bel, Maurín), libro en el que trata de explicar y precisar la percepción que de Joaquín Costa y su obra tuvieron una serie de escritores aragoneses que militaron en el campo de la izquierda (desde el republicanismo federalista y costista hasta el anarquismo, pasando por el nacionalismo aragonés y, en algún caso, el marxismo), concretamente Ramón Acín, Felipe Alaiz, Gil Bel, Joaquín Maurín y Ángel Samblancat, a los que Dueñas denomina el Grupo de Talión, semanario oscense publicado entre 1914 y 1915, que se da definitivamente por perdido pues no se han podido localizar ejemplares del mismo, y cuyo conocimiento nos llega a través de los testimonios de algunos de sus colaboradores, agrupados posteriormente en torno a Ideal de Aragón, semanario publicado en Zaragoza entre 1915 y 1920 y dirigido por Gil Bel entre abril de 1917 y enero de 1919. Parece ser que de los cinco autores citados sólo dos participaron en realidad en el reducido grupo de Talión: Maurín y Samblancat, y que Alaiz y Bel no estuvieron directamente involucrados en la edición del semanario, aunque sí compartieron con sus editores pasiones políticas y literarias juveniles y no pocos proyectos posteriores. Acín, por su parte, como el propio Aláiz nos cuenta en Vida y muerte de Ramón Acín, estaba por entonces "saltando fronteras" y tampoco pudo participar en la fundación del periódico, que dirigió Salvador Goñi.

No es nuevo el afán de poner en relación a Joaquín Costa con las doctrinas anarquistas. Como el propio José Domingo Dueñas se encarga de recordarnos, sobre la relación entre Costa y el anarquismo ya habían escrito entre otros muchos Rafael Pérez de la Dehesa y Alberto Gil Novales, quienes afirmaron que algunas de sus doctrinas rozaban el anarquismo, y Javier Varela, quien en un artículo de 1996 lo tildó de "tradicionalista ácrata". También el libertario caspolino Manuel Buenacasa escribió que el anarquismo altoaragonés se inspiró en las doctrinas y en la conducta ejemplar de Costa; y el mismo José Domingo Dueñas al estudiar al Sender de los años veinte pudo comprobar cómo el sistema de referencias de éste se inspiraba en las propuestas regeneracionistas de Joaquín Costa.

Dueñas estudia por tanto el influjo de las doctrinas costistas en los cinco escritores escogidos del grupo de Talión. Pero ¿quiénes eran éstos? A Ramón Acín le ha llamado José Carlos Mainer "el Castelao aragonés". Escritor, dibujante e ilustrador (recordemos sus magníficas ilustraciones a Las calles de Huesca de Ricardo del Arco en 1922), pintor y escultor de extraordinaria valía, es bien sabido que costeó a Luis Buñuel su película Las Hurdes. Publicó en 1923 Las corridas de toros en 1970 (Estudios para una película cómica) y fue asesinado en la guerra, lo mismo que su compañera Conchita Monrás. Felipe Aláiz fue considerado en su tiempo la mejor pluma del anarquismo español y el propio Ortega y Gasset lo llevó a colaborar en El Sol. Dirigió la revista Aragón y el periódico confederal Solidaridad Obrera y fundó la Revista de Aragón (1919-1920). Publicó, entre otros muchos folletos y novelas cortas, la novela Quinet (1924) y dos extraordinarios volúmenes de semblanzas que aparecieron bajo el título de Tipos españoles en 1962 y 1965. Aragonesista en sus comienzos, colaboró en El Ebro y allí escribió una carta abierta a Mariano García Colás en la que decía que "todo nacionalismo que no organice el descontento de los que viven de precario me parece un tanto cómico". Gil Bel, el único no altoaragonés del grupo, pues había nacido en Utebo, en 1895, dirigió como hemos visto el semanario Ideal de Aragón y fue también escritor y militante anarquista. Hombre de gran corazón, durante la guerra civil salvó de morir represaliadas a no pocas personas, entre las que repartió carnés de la FAI. Murió en Madrid en 1949. Joaquín Maurín, natural de Bonansa, tuvo una trayectoria política insólita: pasó del anarquismo (fue secretario del Comité Nacional de la C.N.T.) al marxismo-leninismo, (llegó a ser también secretario del Comité Central del P.C.E.), y de ahí a fundar el Bloque Obrero y Campesino y finalmente el P.O.U.M. Aún tuvo ocasión de visitar a Costa cuando estudiaba Magisterio en Huesca. Antes de la guerra publicó tres libros: Los hombres de la dictadura (1930), La revolución española (1932) y Hacia la segunda revolución (1935). Ángel Samblancat, el escritor revolucionario por excelencia, fue el más costista de todos ellos. Le dio tiempo a escribir un artículo en favor de Costa antes de que éste muriera y el León de Graus se lo agradeció con una amable carta en la que le auguraba grandes éxitos como cronista y novelista. Tuvo como Alaiz un pasado nacionalista y aragonesista y ya en 1915 se declaró "republicano nacionalista aragonés" en un artículo que apareció en el número 1 de Ideal de Aragón. Publicó numerosos libros que José Domingo Dueñas inventaría y reseña acertadamente y durante la guerra civil se encargó en Barcelona, junto con Eduardo Barriobero, de la nueva administración de justicia, llegando a ser Presidente del Tribunal Popular Especial.

Otros muchos escritores aragoneses vinculados al anarquismo desfilan por las páginas del libro. Entre los más conocidos Fernando Pintado, Ángel Abella y José Sampériz Janín, el escritor de Candasnos asesinado en el campo de concentración de Mauthausen. Menos conocidos son por ejemplo Salvador Goñi -que, recordemos, fue uno de los acompañantes de Pío Baroja en su excursión electoral por Fraga- y José Ayala Lorda, quien en 1915, cuando contaba sólo dieciocho años, fue condenado a dos años de cárcel por un artículo publicado contra Alfonso XIII en Talión. Ayala Lorda, que como Moisés y Miguel Alcrudo y Venancio Sarría -de quienes también se habla en el libro- acabaría sus días fusilado en 1936, anda pidiendo a voces una monografía que nos perfile y sitúe definitivamente el personaje.

Veamos ahora cómo estructura José Domingo Dueñas el libro. Este comienza presentando los "encuentros y desencuentros" entre las teorías de Costa y la doctrina anarquista y explica cómo a pesar de no haber defendido nunca el de Graus posiciones obreristas, acabó al final de sus días más cerca de lo que él mismo imaginaba de las ideologías revolucionarias. Aun así Dueñas estima que "la propia fe de Costa en las virtualidades del Derecho o su confianza en el Estado emanado del mismo constituían una barrera suficientemente nítida entre sus elaboraciones y el anarquismo". Pasa después a estudiar el grupo de Talión y los escritores que lo hicieron posible, y la relación y colaboración de algunos de ellos con otras aventuras periodísticas igualmente comprometidas con los intereses de los más débiles: La Ira y Los Miserables en Barcelona y La Idea e Ideal de Aragón en Zaragoza, periódico este último donde sí colaboraron los cinco escritores rescatados por Dueñas, lo que recordemos no había sucedido en Talión. La radicalización de Felipe Alaiz y su tránsito del aragonesismo al anarquismo (pasó de dirigir la revista Aragón en 1917 a ser director de Solidaridad Obrera en 1922) se explica en uno de los mejores capítulos del libro que Dueñas titula de forma admirable “El compromiso acendrado”. En el mismo capítulo, después de la de Alaiz, se estudia la evolución de Samblancat del republicanismo federalista al anarcosindicalismo y sus colaboraciones en España Nueva y en El Parlamentario de Luis Antón del Olmet; y se termina con la de Gil Bel, quien pasa del republicanismo de origen costista y pimargalliano de su época de Ideal de Aragón al sindicalismo, y comienza a colaborar en España Nueva, donde firmará algo más de ciento treinta artículos entre marzo de 1919 y enero de 1921, y en Solidaridad Obrera.

Dueñas repasa a continuación la aportación de los escritores del grupo de Talión a la prensa aragonesista de la época (en El Ebro escribió Maurín en 1917 un artículo poniendo en relación al pintor Viladrich con Joaquín Costa, Samblancat confesó haber escrito su primer editorial y Alaiz fue un colaborador habitual del mismo) y a la prensa obrera y republicana aragonesa (El Comunista, en el que colaboraron Acín, Samblancat y Bel, Voluntad, donde escribió Aláiz, y La Democracia, en el que publicaron Gil Bel y Samblancat).

Dueñas ahonda también en las primeras divergencias que surgieron entre nuestros autores. Joaquín Maurín, en su época de director de Lucha Social, el semanario de la Confederación en Cataluña nacido en 1919, logró reunir de nuevo en el mismo a Samblancat, Acín, Bel y Alaiz. Sin embargo tanto Bel como Acín comenzaron a publicar en Nueva Senda, órgano anarquista madrileño enfrentado a la corriente comunista que se agrupaba en torno a la publicación de Maurín, y empezaron ya a separarse los caminos de los antiguos correligionarios. De todos modos en La Batalla, que salió a la calle en Barcelona en 1922 dirigida por Maurín y que se fue aproximando progresivamente el P.C.E., aún colaboraron Samblancat y Alaiz.

En el último capítulo del libro, significativamente titulado “El correr de los años”, se relata la suerte que corrieron nuestros cinco hombres de Talión (Acín murió fusilado como ya hemos dicho, Maurín sufrió diez años de cárcel y posteriormente se exilió en Nueva York, donde murió en 1973, Alaiz y Samblancat marcharon igualmente al exilio para no regresar jamás, y únicamente Gil Bel permaneció en España protegido por el médico aragonés Eusebio Oliver, a cuya familia había ayudado durante la guerra) y se hace un repaso a parte de su producción literaria en esos últimos años, con especial énfasis en la de Samblancat, sin duda la más copiosa e interesante.

Pero el libro es mucho más y en él se dibuja con mano ágil el recorrido vital, vibrante y melancólico al mismo tiempo, de una generación que sufrió como pocas otras lo hicieron en la historia de España. José Domingo Dueñas ha escrito con su pulcritud y brillantez habituales un libro excepcional, que interesará tanto a los especialistas en la época, pues no son pocas sus aportaciones a lo hasta ahora conocido (747 notas a pie de página aseguran información nueva incluso a los mayores expertos), como a quienes se acerquen por vez primera a los autores del grupo Talión y descubran la vida novelesca y apasionante de unos aragoneses que dieron lo mejor de s¡ mismos por el arte, la literatura y su compromiso irrenunciable con las clases trabajadoras.

 

JOSE LUIS MELERO RIVAS

El Ebro, 2, diciembre 2000