INTERVENCIÓN EN LA MESA REDONDA DEL HOMENAJE A
ELOY FERNÁNDEZ CLEMENTE
(Andorra, 29-X-2010)
José Luis Melero
Me gustaría destacar algunos aspectos de la personalidad de Eloy sobre los que podríamos debatir luego. Ha sido el HISTORIADOR DE ARAGÓN por antonomasia. Más que Andrés Giménez Soler, más que José María Lacarra, más que Antonio Ubieto. Tal vez nadie como él haya dedicado tantas páginas a la historia de Aragón y a los aragoneses: recordemos su libro Aragón nuestra tierra, sus estudios sobre la Ilustración aragonesa, sobre el Aragón Contemporáneo, sus muchos trabajos sobre Joaquín Costa (su librito Joaquín Costa y Aragón fue una de las primeras publicaciones del Rolde de Estudios Aragoneses, en 1978, un año después de su fundación, y nuestro primera relación con Eloy, hace ya la friolera de 32 años) y el tomo inolvidable de Los Aragoneses en Istmo. Recordemos sus estudios sobre el Conde de Aranda, el coronel Rey d’Harcourt y la rendición de Teruel, la Cámara de Comercio, los aragoneses en América, Nipho y la educación, y la historiografía de Calatayud y su comarca. Recordemos sus cuatro volúmenes de Gente de Orden, su Historia del ferrocarril turolense, su Zaragoza en el siglo XX (dentro de la Historia de Zaragoza) y sus Lecturas y Bibliografía de Historia Económica de Aragón. Recordemos sus trabajos sobre Bastos Ansart, Mariano Carreras, Sánchez Sarto, Manuel Marrraco, Antillón o Lucas Mallada, sus estudios sobre prensa aragonesa, sobre aragonesismo y sobre el socialismo aragonés. Recordemos libros como la Historia de Aragón en la Universidad de Zaragoza, Estudios de Historia Contemporánea de Aragón o la Historia de Aragón que coordinó para La Esfera de los Libros… Y recordemos que sólo sobre Teruel y su provincia se han inventariado en el libro De la Ilustración a la Batalla de Teruel. Estudios de Eloy Fernández Clemente (2010) 54 entradas bibliográficas correspondientes a otras tantas publicaciones de Eloy. Ser el historiador de Aragón por antonomasia le ha hecho convertirse sin dura en el historiador más querido y admirado por todos aquellos entusiastas de Aragón y de lo aragonés. En justa reciprocidad, Eloy ha recibido de los aragonesistas (en sentido amplio y no sólo político o cultural) el mucho amor que él ha entregado a Aragón. Y a la vista de todo ese ingente número de publicaciones, sin nexo de unión aparente muchas veces unas con otras, salvo el de ser todas ellas aragonesas, llegamos a otra de sus características que me gustaría destacar: la DISPERSIÓN, que no es sino el reflejo de una enorme vocación intelectual, de tener interés por muchas cosas, sin preocuparse nunca de sus posibles réditos académicos. Con la dispersión uno pierde especialización (justo lo que la Universidad exige hoy) pero adquiere una visión global y totalizadora de lo que es el fenómeno cultural. Cuando todos estamos ya acostumbrados a ver a tantos profesores universitarios que sólo saben de su tema de tesis y poco más, Eloy es el enciclopedismo en estado puro, la encarnación perfecta de lo que debería ser un universitario. Ese enciclopedismo vocacional, esa dispersión intelectual, ha podido sin duda restarle algunos reconocimientos académicos o cierta cualidad de maestro incuestionable en determinadas disciplinas, pero en cambio ha ganado y sumado prestigio cultural e intelectual. La gran pregunta es ¿qué es preferible, tener el mejor libro sobre un tema, pero sólo ese, y ser el gran especialista en ese tema reconocido en todas partes?, o ¿tener ocho o diez libros importantes, aunque no sean los más importantes, sobre ocho o diez temas diferentes? Cada uno tiene que responder a esa pregunta. Eloy supo la respuesta desde siempre. Tanto ha trabajado y en tantos temas, que me gusta mucho una frase de Vicente Pinilla que Antón Castro recoge en su texto “El editor que aspiraba a la totalidad”, que se publica en el libro Eloy Fernández Clemente. El tiempo y la historia: “Investigues lo que investigues… siempre compruebas que todo eso lo estudió antes Eloy Fernández Clemente, que él anduvo por allí… y que redactó al menos un texto de aproximación que sigue siendo importante”. Quizá pues no sea el gran especialista en todos esos muchísimos temas en los que ha trabajado, pero de todos sabe, todos los ha estudiado y de todos ha aprendido. Es sin duda el gran divulgador, el gran incitador al estudio para quienes le hemos leído, el que más pistas y caminos nos ha abierto, el Tuñón de Lara de la cultura aragonesa. Quiero hablar de su GENEROSIDAD. Generosidad con su tiempo, con sus compañeros, con sus discípulos… Y de su extraordinaria capacidad de gestión, que le ha permitido coordinar y dirigir tantos proyectos: Andalán, la GEA, la BARC… Hay muchos intelectuales absolutamente incapacitados para dirigir proyectos colectivos, para llevar a la práctica ideas que sirvan a la sociedad. Eloy no es uno de ellos. Eloy aúna la brillantez intelectual y la eficacia. Y como decía Marañón: la eficacia es la verdadera medida de la inteligencia. Quiero hablar de su ímprobo trabajo, de su OBSTINACION por acomodarse a un medio ajeno como era para él una Facultad de Económicas y llegar a obtener una cátedra universitaria. No lo tuvo fácil y le exigió un gran esfuerzo de reconversión. Mientras para otros muchos universitarios su carrera ha sido relativamente fácil, pues han estado bien dirigidos desde el principio y han trabajado siempre en aquellos temas para los que estaban preparados, Eloy, un hombre de letras cien por cien, ha tenido que luchar denodadamente para ganarse el respecto intelectual en un ámbito académico, como el económico, que no era el suyo natural. Y todo ello sin contar con maestros o valedores importantes que allanaran el camino y las dificultades. Quiero resaltar su PASIÓN POR LA LIBERTAD, que a pesar de su talante conciliador, amable y habitualmente morigerado, le ha hecho estar siempre al lado de quienes luchaban por ella, al lado de los humildes frente a los poderosos, al lado de los que históricamente han sido los perdedores frente a los ganadores de siempre. Y eso todos sabemos que tiene un coste personal y profesional indiscutible. Y quiero hablar finalmente de su condición de HOMBRE BUENO, amigo de sus amigos, de corazón noble y generoso, y especialmente de su extraordinaria relación con las generaciones más jóvenes. Algunos catedráticos compañeros de su generación, teniendo grandes méritos académicos y reconociéndoles todos nosotros su enorme talla intelectual, no han sabido conectar con las generaciones que les han seguido y granjearse el afecto y la amistad de sus miembros más destacados. Eloy ha carecido de soberbia en este sentido, comprendió desde siempre que podía aprender mucho de los más jóvenes y ha sido con José Antonio Labordeta el más querido por éstos. Ha sido uno más de nosotros, siempre lo hemos tratado con afecto no exento de respeto y le hemos reconocido, en público y en privado, sus enormes cualidades. Ha sido con José Antonio Labordeta el más importante referente intelectual para los aragoneses de las generaciones siguientes, sin que por eso ninguno de los dos haya querido ejercer nunca ningún liderazgo. Labordeta se nos ha marchado, pero nos queda Eloy. A él le toca heredar el trono. Si fuéramos monárquicos hoy gritaríamos todos juntos: LABORDETA HA MUERTO, ¡VIVA ELOY!
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