Constelación Melero

Ricardo Lladosa

Heraldo de Aragón, 25 noviembre 2021

Lecturas y pasiones

José Luis Melero. Editorial Xordica: Los libros de la falsa. Zaragoza, 2021. 285 páginas.

Si nos atenemos al título de esta antología, al abrir un buen libro, al acariciarlo, al leerlo, José Luis Melero experimenta un «apetito o afición vehemente»; incluso puede que sienta una «perturbación o afecto desordenado del ánimo». Al menos así define las pasiones el diccionario de la Real Academia. No es para menos, cuando el autor confiesa que su casa se ha convertido en una biblioteca. Hasta el punto de reconocer que «ha tenido que ponerle otro piso a sus libros». Imagino ese segundo inmueble como un lugar exuberante y voluptuoso donde los haya, a juzgar por los 112 artículos que componen ‘Lecturas y pasiones’, publicados en Artes & Letras entre 2018 y 2021.

He decidido –como adivinará el lector al leer el título de esta reseña- recurrir a la astronomía. Una constelación es un conjunto de estrellas que, mediante trazos imaginarios, forman un dibujo. También puede ser un simple conjunto, o reunión armoniosa. Y eso es justo lo que evoco al leer a José Luis Melero. Desfilan por sus páginas libros, bibliotecas, librerías, periódicos, catálogos… Y las personas que los aman: lectores, bibliófilos, libreros, periodistas, escritores, amigos…

Sorprende que cada uno ocupe su lugar, que el dibujo no se complete si no están todos. Tan importante es García Lorca –que acudió a Jaca a representar ‘Fuenteovejuna’ en 1933–, como las personas que organizaban allí los cursos de verano de la Universidad de Zaragoza: el catedrático Pi i Suñer, a quien hoy nadie recuerda. Otra característica de las narraciones melerianas es que en todas ellas irrumpe lo anecdótico, lo trascendente, lo satírico… En este caso, resulta que Lorca,

ya famosísimo entonces, nunca pudo representar la comedia, pues se produjo tal pandemonio de gente que las autoridades se vieron obligadas a suspender la obra.

Todos los breves artículos del libro son constelaciones de libros, de amigos, de escritores… como por ejemplo aquel en que Melero nos cuenta la estancia en la cárcel de Félix Romeo por no ir a la mili, y como esta experiencia deparó una magnífica novela breve: ‘Noche de los enamorados’, donde se relata cómo Félix compartió celda con el uxoricida Santiago Dulong. El dato que nadie conoce es que este criminal era bisnieto de un alcalde zaragozano de la Primera República: Santiago Dulong. Y de pronto irrumpe el azar, el sinsentido, la tragedia silenciosa: la de un joven que se equivoca en su rebeldía y termina en prisión, pero gracias a ella escribe un gran libro.

Otra fulgor de estrellas de este libro es la ejemplaridad, la de tantos que lucharon por la cultura cuya memoria merece la pena rescatar del olvido, como don José García Mercadal, periodista aragonés, editor de clásicos de la novela española, como Baroja o Gómez de la Serna, y de literatura universal a bajo precio; fundador de periódicos y revistas, amigo de Azorín: él es protagonista de tres artículos donde los famosos citados son actores secundarios, estrellas minúsculas que constelan otros artículos, como el dedicado a Carmen de Burgos, feminista nacida en el siglo XIX y amante de Gómez de la Serna, que escribió una novela ambientada en Jaca: ‘Los espirituados’.

La Guerra Civil es el escenario de buen número de artículos, y son ecuánimes al dar cuenta de tantas víctimas del franquismo y de la república, pero sobre todo de la sinrazón de la contienda: el juez Luis Elio, Lorca, Blas Infante, Fernando de la Quadra Salcedo, Manuel Bueno, Ramón Acín, Juana Capdevielle, Mateo Azpeitia… Casi todos los relatos del libro están ambientados en los siglos XIX y XX, y es que al autor no le gustan los libros que llama antiguos, del siglo XV al XVIII, porque su pasión libresca no es solo fetichismo de poseer y tocar viejos volúmenes, sino de leerlos, de usarlos.

Leer es el acto pasional por excelencia de José Luis, de Pepe Melero. Cuando termino de escribir esta crítica lo imagino en el piso que puso a sus libros, en veladas silenciosas con un volumen entre manos, mientras por la ventana se divisan tantas estrellas, cercanas o distantes que destellan en sus artículos.