«Las letras en Rolde»
José Luis Melero, Rolde. Revista de Cultura Aragonesa, Nº 119-120, enero marzo de 2007
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Si algo no ha faltado nunca en la revista Rolde es literatura. Desde el primer número, a finales de 1977, decidimos reservar un espacio para la creación. En ese número aparecía ya publicado un poema y esa costumbre habría de durar hasta nuestros días. En realidad lo que se publicaba en 1977 no sé muy bien si era un poema o qué era aquello. Lo escribía un muchacho de veinte años que sólo iba a publicar ocho o diez poemas en toda su vida: se llamaba José Luis Melero y comprendió pronto que, como decía su abuela, “Dios no le había llamado por ese camino”. Siempre desde entonces ha habido en la revista una sección fija para la creación en verso o en prosa. Ha influido en ello sin duda mi interés por la literatura (uno lleva en el Consejo de Redacción los treinta años de historia de la revista y alguna fuerza ha podido hacer desde dentro en ese sentido), pero también el de los sucesivos coordinadores, sin cuyo empeño personal mantener esa sección a lo largo de tantos años hubiera sido imposible: recordemos que Gerardo Alquézar, que tantos años coordinó Rolde de forma admirable, es poeta y lector voraz y avezado; que su sucesor, Antonio Pérez Lasheras, es profesor de literatura española en la Universidad, responsable en algún momento de la enseñanza en la misma de la asignatura de literatura aragonesa y, desde hace unos años, el director y cabeza visible de las Prensas Universitarias de Zaragoza, que tantos y tan buenos libros de literatura está editando (especialmente en sus colecciones “Larumbe” y “La Gruta de las Palabras”); y que el actual coordinador, Víctor Juan Borroy, nuestro flamante director del Museo Pedagógico de Aragón y también profesor en nuestra Universidad, es asimismo escritor y este mismo año aparecerá editada su primera novela. Aunque nunca se ocuparon de la coordinación de la revista, otros miembros “históricos” de los diferentes Consejos de Redacción de Rolde también participaban de ese mismo interés por la literatura: pensemos en el portavoz del grupo parlamentario de Chunta Aragonesista en las Cortes de Aragón Chesús Bernal -que la enseñaba también, aunque en su caso ciñéndose a la escrita en lengua francesa, en la Facultad de Letras-, en el catedrático de historia económica Vicente Pinilla, que ha sido siempre lector contumaz, o en los escritores Chusé Inazio Nabarro, Ismael Grasa y Santiago Gascón. De alguna manera, por tanto, la revista ha estado en manos de gentes apasionadas por la literatura y la consecuencia de ello ha sido la gran atención que Rolde ha prestado desde siempre a la creación literaria. Y no sólo a la creación: el ensayo ha estado también presente en las páginas de Rolde y uno aún recuerda algunos estimables trabajos publicados en los primeros años ochenta sobre Braulio Foz, Baltasar Gracián o Sender, sobre el canónigo Boneta o el Calvo Alfaro editor de revistas literarias, sobre el Costa novelista o Andrés de Li, por jóvenes que entonces empezaban a darse a conocer -o por algunos no tan jóvenes que todavía no habían alcanzado el reconocimiento general al que luego se harían acreedores- como Agustín Sánchez Vidal, José Luis Calvo Carilla, Carmen Peña, José Domingo Dueñas, Ignacio Martínez de Pisón o Fernando Sanmartín. Fue nuestra intención desde el principio que en la revista escribieran los más jóvenes, aquellos que necesitaban más que nadie una publicación aragonesa en la que dar a conocer sus trabajos, y que estos jóvenes, a su vez, estuvieran arropados y avalados por valores firmes y ya consagrados de la literatura aragonesa. Por eso tradicionalmente en Rolde han convivido muchas generaciones: desde los escritores y poetas más veteranos, a los que en todo momento se les reservó espacio en nuestras páginas (recordermos por un momento a nuestros amigos ya desaparecidos Ildefonso Manuel Gil, Luciano Gracia, Guillermo Gúdel o José Antonio Rey del Corral y a otros muchos más aún felizmente entre nosotros: Rosendo Tello, Miguel Luesma, Mariano Esquillor, Fernando Ferreró, Emilio Gastón, José Ignacio Ciordia o José Antonio Labordeta), pasando por algunas generaciones intermedias (Ángel Guinda, José Luis Rodríguez, Javier Barreiro, José Giménez Corbatón, Félix Teira o Ramón Acín) hasta llegar a aquellos que a finales de los setenta y comienzos de los ochenta velaban sus primeras armas como poetas o narradores: Fernando Sanmartín, Ignacio Martínez de Pisón o Manuel Vilas, por citar sólo algunos ejemplos. En Rolde por tanto publicaron algunos de sus primeros trabajos buena parte de los escritores aragoneses que hoy son una referencia para muchos de nosotros. Y eso lo hacíamos compatible con nuestro interés por conversar y aprender de los más mayores, a quienes entrevistábamos en la revista (se han publicado entrevistas con Ildefonso Manuel Gil, Luciano Gracia, José Ignacio Ciordia o José Antonio Labordeta) y dedicábamos números monográficos, como aquel excelente dedicado a Miguel Labordeta que coordinó Antón Castro. La recuperación de escritores aragoneses olvidados ha sido también una constante en la historia de la revista. En Rolde se escribía ya hace muchos años de Ramón Acín Aquilué, de Ángel Samblancat, de Tomás Seral y Casas, de Julio Cejador, de Pascual Queral, de José Mor de Fuentes, de Benjamín Jarnés, de Gil Bel, de Benigno Varela o de Baylín Solanas, porque uno de nuestros objetivos fue siempre la reivindicación de aquellos escritores aragoneses olvidados o marginados que, a nuestro juicio, debían ser conocidos y estudiados. Durante muchos años (una vez desaparecido “Andalán”, que sí había publicado excelentes artículos sobre literatura aragonesa y hasta le dedicó a ésta un magnífico cuadernillo monográfico) sólo estuvimos nosotros para hacerlo. Luego se sumó a este empeño la revista “Trébede” y llegó a publicar también algunos números inolvidables. Pero desapareció un mal día y volvimos a quedarnos solos. En esa intención, nunca disimulada, de apoyo a nuestros creadores, ha sido también significativo nuestro interés permanente por seleccionar siempre a los mejores entre los más jóvenes. Por ello preparamos distintas antologías de joven poesía aragonesa y las encargamos a los profesores, jóvenes también, que más sabían de esto. Este deseo de hacer protagonistas a las últimas generaciones llega prácticamente hasta hoy mismo, y estos días acabamos de publicar una nueva antología de poetas aragoneses jóvenes preparada por Ignacio Escuín Borao, inicialmente pensada para la revista pero que en vista de su importancia ha pasado a constituir un libro independiente dentro de la colección “Cuadernos de Cultura Aragonesa”: me estoy refiriendo a Ocultación transitoria. Fotografía poética del grupo Eclipse, a la que ha puesto un prólogo Antonio Pérez Lasheras. Treinta años publicando una revista dan para mucho. Y hay algunas colaboraciones literarias sorprendentes: en Rolde se publicó un poema inédito y autógrafo de Jorge Guillén, quien nos los envió desde Valladolid el año de su noventa aniversario; y se tradujo al aragonés a James Joyce por un empeño personal de Vicente Pinilla. Y al lector de hoy le sorprenderá no poco encontrarse en la revista con poemas de Chesús Bernal (que además tradujo a Ángel Crespo al aragonés), Nacho López Susín o José Domingo Dueñas. Martínez de Pisón debutó en Rolde como escritor y aquí publicó sus dos primeros –y casi únicos- poemas. Nos hemos preocupado siempre de que esas colaboraciones literarias, que han sido desde hace años ilustradas por los mejores pintores aragoneses del momento, fueran en las tres lenguas del país: mayoritariamente en castellano, como es natural, pero también en aragonés y en el catalán de Aragón. Los escritores en lengua aragonesa y catalana han tenido siempre abiertas las puertas de Rolde y los más destacados escritores aragoneses en estas lenguas -comenzando por pioneros como Francho Nagore y Jesús Moncada- han sido habituales colaboradores de la revista. Pero no sólo en Rolde ha sido importante la presencia de la literatura. También en nuestra editorial hemos publicado importantes libros de literatura aragonesa: pensemos en la antología del Sender de los años veinte que preparó José Domingo Dueñas, en el libro de Juan Carlos Ara sobre las letras oscenses de los siglos XIX y XX, en los ensayos de José Luis Calvo y el propio Dueñas sobre distintos escritores aragoneses, en la poesía publicada de José Ramón Arana, Carlos Eugenio Baylín Solanas y Fernando Ferreró, o en los textos narrativos de Javier Tomeo traducidos al aragonés. Siempre hemos publicado a los que más nos han interesado en cada momento o a los que nos han parecido mejores. Sin otras limitaciones que la calidad. Sin mirar nunca el color de sus banderas. Ni siquiera si tenían banderas. Contando con la generosidad de todos. Por ellos, por nosotros y para intentar hacer de Aragón un territorio culto y habitable del que poder sentirnos orgullosos. Por eso Rolde permanece después de treinta años. Abierto a todos y para todos. José Luis Melero
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