LAZOS
(Heraldo de Aragón, 30 de julio)
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Todos somos al parecer hijos de Dios. Pero, para algunos curas catalanes, unos más que otros. Armand Carbonell, párroco de la Iglesia de San Ramón en Comarruga, ha puesto -o ha consentido que se ponga- un lazo amarillo en el interior de su parroquia, llevando hasta ésta la división de la sociedad catalana y haciéndola patente allí dónde menos debía manifestarse, pues si algo debería ser la iglesia es la casa de todos sin distingos de credos o ideologías políticas. Con esa actitud, sectaria y excluyente, el cura Carbonell hace lo mismo que hizo Plá y Deniel en la guerra y que tanto se ha criticado: echarse en brazos de uno de los dos bandos, olvidando que en el otro también hay fervientes católicos a los que su pastor pretiere y deja de la mano. Carbonell tiene todo el derecho a pensar como quiera, faltaría más, pero de puertas de la iglesia afuera. Si se le reconociera el derecho a colocar símbolos políticos dentro de la iglesia, ese mismo derecho deberíamos reconocérselo a todos sus hermanos en Cristo. Y, entonces, los de extrema derecha irían a misa con una bandera preconstitucional, los de ‘Cristianos para el socialismo’ colocarían junto al altar un busto de Marx, y si algún católico hubiera en la CNT (que seguro que sí, porque hay gente pa to) podría pedir al Cabildo que le autorizara a poner el retrato de Buenaventura Durruti junto a la Virgen del Pilar. Nos lo íbamos a pasar de miedo.
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