LA JOTA EN CASPE EL PRIMERO DE MAYO DE 1937
|
El hallazgo en el Arxiu de Cataluña del reportaje fotográfico del Festival de Jota celebrado en la plaza de la República de Caspe el primero de mayo de 1937 con motivo del homenaje a México organizado por el Consejo de Aragón, en el que actuaron la rondalla y el grupo de cantadores del Centro Aragonés de Barcelona, es de una importancia capital para la historia de la jota y sirve para demostrar, de forma ya incontestable, que la jota se cantó en los dos bandos durante la guerra con igual pasión y fervor popular, y que los intentos, groseros y malintencionados, de ponerle la etiqueta de franquista están condenados ineluctablemente al fracaso. Estas maravillosas imágenes, con una plaza abarrotada hasta el éxtasis y con los balcones de la Casa- Palacio Piazuelo Barberán a rebosar de autoridades y personalidades, vienen a probar cómo en el corazón del Aragón fiel a la República, en la capital del Aragón anarquista y colectivizado, miles de personas vibraban y se emocionaban con la jota, con el que era el cantar popular por excelencia de todas las villas y ciudades aragonesas. Ese día y en esa plaza, las coplas que allí se cantaran harían con toda seguridad referencia a los últimos avatares de la guerra, a los problemas cotidianos de tantos aragoneses leales a la República, a la ayuda que el Gobierno mexicano de Lázaro Cárdenas prestaba a los republicanos españoles suministrándoles el armamento que todos los demás países, con excepción de la Unión Soviética, le negaban, o a los ideales de igualdad y libertad que guiaban a todos los presentes. Es decir, las jotas cantadas aquel primero de mayo no harían sino servir de vehículo para transmitir pasiones, amores, ideas o sentimientos, que aquel día y en aquel contexto eran de un signo, y que en otro lugar y momento histórico diferentes podrían serlo de otro. Así ha sido siempre y esa es la grandeza de la jota. En el corazón de los aragoneses hay sitio para muchos amores, para muchos compromisos, para muchas lealtades. El amor, el compromiso y la lealtad con la jota han encontrado siempre espacio reservado en nuestro corazón. La jota es una de nuestras señas de identidad más queridas, una de las más antiguas y una de las que más nos caracteriza y representa. Se ha tratado a veces de denostarla, acusándola de servir a unos u otros intereses. Pero siempre ha sobrevivido a cualquier intento de arrinconarla en el baúl de los trastos viejos, precisamente porque está en el corazón de muchos, porque de ahí no pueden arrancarla y porque lleva más de tres siglos conviviendo con nosotros. La jota no es derechas ni de izquierdas, no es creyente ni agnóstica, no es burguesa ni proletaria. La jota es de todo el pueblo aragonés, de cualquier signo y condición, que vibra con ella, se emociona con ella, ríe y llora con ella. Y la jota nos recuerda, cuando a veces desfallecemos y estamos necesitados de ánimo, nuestra condición de aragoneses altivos y orgullosos y nos entronca con un pasado foral y personalísimo -en Aragón fueron antes las leyes que los reyes- que para sí quisieran otros muchos pueblos. Además, la jota juega un extraordinario papel vertebrador del territorio. Pocas cosas vertebran tanto Aragón como la jota. Se canta y se baila en el Alto Aragón con prestancia y delicadeza, con mayor lentitud que en el valle, con hermosura casi inigualable; y de las tierras altas han surgido algunos de sus más grandes intérpretes: Pilar Gascón, José Monclús Rodrigo, Fidel Seral, Camila Gracia, Gregoria Ciprés, Irene Izárbez, José Rodrigo, Carlos Vidal… En Zaragoza, la jota adquiere viveza y la que lleva su nombre, al bailarla, emociona y hace vibrar como ninguna. Aquí han cantado y bailado El Royo del Rabal, Juanito Pardo, Miguel Asso, Cecilio Navarro, Justo Royo, Pascuala Perié, Ofelia de Aragón, Jacinta Bartolomé, Joaquín Numancia, José Oto, Felisa Galé, las hermanas Zapata, los Esteso, Jesús Gracia, Mariano Arregui, Alfredo Longares... En el sur de Aragón, en las tierras turolenses, se crearon algunas de las jotas de baile más características: Andorra, Alcañiz, Albalate… y la majestuosa jota de Calanda. Por esas tierras bailaron los hermanos Berge, Teresa Salvo, José Pinardel, Pascuala Sancho, Francisco Espada y Alfonso Zapater Cerdán, y en ellas nacieron para la jota cantadores como Blas Mora, José Moreno, Juan García, Pascual Albero, Joaquín Peribáñez, Bienvenida Argensola o el más querido por todos y que se nos acaba de marchar recientemente, José Iranzo, “El Pastor de Andorra”. En todo Aragón, por tanto, la jota tiene una presencia indiscutible. Y la tiene porque la jota nació del pueblo, ha estado en manos del pueblo y gentes del pueblo han sido siempre quienes la han popularizado y cantado. En estas imágenes de Caspe de mayo de 1937 se ve a ese mismo pueblo cantar y vibrar con la jota. Las cantadoras y cantadores, los miembros de la rondalla, los hombres y mujeres que abarrotan la plaza y los balcones, son gentes humildes, seguramente campesinos y obreros en su mayor parte, que entienden que en una gran fiesta como la de aquel día la jota debía estar presente. Siempre, en nuestras fiestas populares, la jota ha tenido un marcado protagonismo, y aquel primero de mayo no podía ser una excepción. Ochenta años más tarde, los tiempos para la jota están mejor que nunca. El Gobierno de Aragón va a poner en marcha una Fonoteca que servirá para conservar, investigar y difundir todo el enorme patrimonio cultural musical de la jota, y se convertirá en un centro de documentación del que deberán surgir todo tipo de iniciativas relacionadas con ella, encargándose asimismo esa Fonoteca de la digitalización y tratamiento archivístico de todo el material sonoro y audiovisual que se pueda reunir sobre la jota aragonesa. Y también está en marcha el proyecto de crear un gran Museo de la Jota, imprescindible para mantener el recuerdo de tantos materiales dispersos y ponerlos hoy en valor. Trajes, instrumentos, fotografías…, todo tendrá cabida en ese museo que deberá ser de todos y que cualquier profesional o simple aficionado deberá querer y cuidar como propio. Ese museo será fundamental para recuperar patrimonio cultural inmaterial, para familiarizar a todos los aragoneses con las tradiciones relacionadas con la jota y para mostrar ésta en toda su plenitud a quienes nos visiten. Estas viejas fotografías caspolinas de un gran festival de jota en medio de la vorágine de la guerra deberán ser lo primero que esa Fonoteca digitalice y preserve, para poder mostrar a los aragoneses del futuro cómo se vivió aquel primero de mayo de 1937 en la vieja ciudad del Compromiso.
|
|