ALGUNOS ESCRITORES QUE UTILIZARON EL ARAGONÉS EN LOS SIGLOS XX Y XXI

José Luis Melero

[Publicado en el libro El aragonés una lengua románica (2013)]

Muchos han sido los escritores que, a pesar de escribir siempre en castellano, han introducido ocasionalmente en sus obras textos o vocablos en aragonés. En otro lugar de esta obra se habla de Pedro Arnal Cavero y Braulio Foz, pero no han sido desde luego los únicos.

Ramón J. Sender (Chalamera, 1901San Diego -E.E.U.U-, 1982), posiblemente el escritor aragonés más importante del siglo XX, utilizó el aragonés para titular la primera edición de su obra Mosén Millán en 1953 (a partir de 1960 Réquiem por un campesino español). Tanto en Hipógrifo violento -1954- (“Camporretuno, / sin santo nenguno, / uno qu’en habió / el diablo se lo llevó”), como en Bizancio-1958- donde pone en boca del almogávar Binéfar el “Romanze de Marichuana”, o en el tercer tomo de Crónica del Alba (donde atribuye a un tal Baldovinos un largo poema en aragonés, ese que comienza: “Si es que no t´has de enfadá”), de 1966, recoge textos de literatura popular en nuestra lengua. Y lo mismo hizo en otros de sus libros y en algunos de sus artículos recogidos en Solanar y lucernario aragonés (1978). Ya antes, en “Los niveles del existir”, dentro del tomo II de la edición definitiva de Crónica del Alba (1963), Sender había escrito en aragonés algunos dichos o coplas del Alto Aragón: “Ea mancebicas / danzároslo asina, / que o pardal se casa / con a cardelina”.

También José Ramón Arana (Zaragoza, 1906–1973) utilizó el aragonés para titular dos de sus obras (Veturián -1951- y su colección póstuma de relatos ¡Viva Cristo Ray! -1980-), igual que había hecho Juan Blas y Ubide (Calatayud, 1852-1923) con Sarica la borda (1904). Luis Mª López Allué (Uesca, 1860-1928) utilizó modismos aragoneses en casi todos sus libros, entre ellos en Capuletos y Montescos (1900), Pedro y Juana (idilio aragonés) (1902), Del Uruel al Moncayo (1902) y Alma montañesa (1913).

Cosme Blasco (Zaragoza, 1838 - 1900) recogió en sus Memorias de Zaragoza (1890) algunos diálogos con gran cantidad de vocablos y modismos aragoneses, poniéndolos en boca de “un arrogante mozo del valle de Tena” o de un montañés “natural de Escarrilla”. Gregorio Garcia Arista (Tarazona, 1866 – Zaragoza, 1946) recogió el habla de su comarca en un diccionario todavía inédito y escribió un drama titulado “Francho”. José García Mercadal publicó su cuento “El alcorce” en la antología Cuentistas aragoneses (en prosa) (1910) y Mariano Turmo y Baselga publicó la novela Miguelón (1904).

Mención aparte merecen dos escritores no aragoneses, José Llampayas (1883 - 1957) y Ricardo León (1877 - 1943). Llampayas vivió durante una buena parte de su vida en Sobrarbe y escribió tres libros de tema aragonés: Pilar Abarca (nieta de un rey) -1919-, Mosén Bruno Fierro (Cuadros del Alto Aragón) -1924- y Francho Mur -1928-, en los que algunos de sus personajes hablan en aragonés (“-¿Y’aónde habrán iu? / - Asti baxo están, fata, en a borda. / - ¿No mos vamos?”). León llegó a ser miembro de la Real Academia Española y publicó la novela Desperta Ferro (1940), ambientada en el Alto Aragón y que se encuentra salpicada de palabras aragonesas que señala en cursiva (“Millor que ixe -decía el Onso, enternecido- non le parió muller”; o “No s’en vaya… EscuiteNon y dexe tan lluego… Yo quereba”.

José-Vicente Torrente recuerda en El país de García (1972) que en Ansó y en Hecho “quedan abundantes restos de lo que fue el habla aragonesa” y pone un buen número de ejemplos: guello, fuella, muito, plegar, plorar, peito, chugar, baxar… Y ya en los últimos años el poeta Emilio Gastón Sanz (Zaragoza, 1935) ha publicado La Subordania (epopeya chesa sin d’acabanza) (2007).