Eloy y los libros
José Luis Melero
Capítulo publicado en Pedro Rújula
(coordinador): Eloy Fernández Clemente. El tiempo y la historia .
Editan: Ayuntamiento de Andorra y Centro de Estudios Locales de Andorra,
Zaragoza, 2010.
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Debería comenzar confesando que un día puse en grave peligro mi vida. No fue desde luego jugando a la ruleta rusa, ni lanzándome en paracaídas sin saber casi ni abrirlo, ni mucho menos haciendo el salto del ángel en uno de esos acantilados de Acapulco. Uno es demasiado cobarde para todo eso. Fue yendo con Eloy a Épila para ver su biblioteca. LA BIBLIOTECA DE ÉPILA Viajábamos los dos en su coche. Él conducía y yo iba naturalmente a su lado. Me lo habían advertido pero no le di importancia: “Eloy, cuando conduce, te suele mirar mientras te habla”. Era exactamente así: Eloy hablaba y hablaba, y en ocasiones me miraba para recibir o buscar mi asentimiento a lo que decía mientras dejaba de mirar la carretera. Yo, entonces, me sentía aterrorizado y le decía: “Eloy, por lo que más quieras, deja de mirarme y mira la carretera”. Y él, con la mayor tranquilidad, sin darle importancia, seguía mirándome y me respondía: “Pero, Pepito (sólo a mis abuelos y a Eloy les he consentido que me llamaran Pepito), ¿no ves que no va nunca nadie por esta carretera? Además me la conozco de memoria”. Y así llegamos a nuestro destino tan ricamente: él charra que te charra y yo cagado de miedo, rezando en cada curva para que no apareciera un camión de esos cargado de tocinos y se nos llevara por delante (no podía imaginar entonces una muerte peor para gente elegante como nosotros: en una carretera comarcal y entre cerdos despanzurrados). Comprenderá el amable lector que no me encontrara al llegar a Épila en las mejores condiciones para examinar su biblioteca. Así que hice una faena de aliño, me fijé en algunas primeras ediciones de Costa y poco más. A la vuelta, ya por la noche, pues nos quedamos a cenar en Èpila, y como de todo se aprende, le dije que quería echarme un sueñecito. Yo, que no he podido dormirme jamás en los viajes. Pero así conseguí, fingiendo dormir, que no me diera conversación y poder llegar sanos y salvos de vuelta a casa. En mi siguiente visita no hace falta decir que propuse ir en mi coche, conduciendo yo. Y así pude examinar con tranquilidad sus libros. Eloy había vuelto de Teruel en septiembre de 1971 y durante ese invierno recorrió los alrededores de Zaragoza buscando una casa. Encontró en Épila la apropiada a sus necesidades y compró esa casa en la primavera de 1972. A partir de entonces comenzó a llevar allí sus libros y convirtió esa casa en su biblioteca, esa biblioteca a la que Eloy viaja casi todas las semanas sin apenas mirar la carretera y en la que he pasado algunas tardes inolvidables. ELOY Y LA BIBLIOFILIA La biblioteca de Eloy no es desde luego la biblioteca de un bibliófilo. Porque, digámoslo ya, Eloy no es un bibliófilo. No puede ser un bibliófilo alguien que, como él ha confesado, prefiere una segunda edición corregida y aumentada a una primera, o que asegura sin pudor alguno conformarse muchas veces con unas simples y vulgares fotocopias. La prueba definitiva de que Eloy nunca ha pertenecido a esa disparatada grey de los amantes de los libros raros y curiosos y de las ediciones príncipes, se contiene en esta singular anécdota que paso a relatar: en una ocasión le regalaron los tres tomos correspondientes a las provincias de Zaragoza, Huesca y Teruel de la Crónica General de España que publicaron entre 1866 y 1867 José Fernando González (los dos primeros volúmenes) y Pedro Pruneda (el tercero). Era sin duda un gran regalo. Pero aquellos tomos llevaban, ay, un sello de la Biblioteca de Teruel y el bueno de Eloy los devolvió sin dudar a esa Biblioteca después de hacerse sus oportunas fotocopias. No hace falta que explique que casi todos los bibliófilos de verdad, ante esta situación y en caso de estar interesados por esos libros, hubieran pasado por alto el pequeño detalle del sello delatador de la procedencia de los mismos y se los habrían quedado mientras miraban para otro lado. Yo mismo, sin ir más lejos. La biblioteca de Eloy, además, no tiene un fondo antiguo importante, ni una buena colección de primeras ediciones, ni siquiera se aprecia en ella un gusto especial por las encuadernaciones, los grabados, los libros con grandes márgenes, las dedicatorias…, en fin, que carece de todo aquello que serviría para identificarla como la biblioteca de un bibliófilo al uso. Incluso los libros aparentan estar casi todos ellos leídos, cosa que sería impensable si Eloy fuera un bibliófilo tradicional, pues como todo el mundo sabe son legión los bibliófilos que no leen jamás los libros que compran, que se limitan a acariciar como un viejo pervertido acariciaría a un maniquí, a vestir con lujosas encuadernaciones y a lustrar con frenesí de limpiabotas. La biblioteca de Eloy es la biblioteca de un gran lector, la del hombre que ha tenido una importancia capital en el devenir cultural de Aragón de los últimos cuarenta años. Por ello están en su biblioteca los libros más importantes que se han publicado en Aragón en esos años. Y aquellos de los que no dispone, los consulta en las bibliotecas, en las que ha pasado muchas horas. Eloy ha sido un asiduo visitante de las bibliotecas: de la Biblioteca Nacional, del Instituto Bibliográfico Aragonés, de la biblioteca aragonesa de don Santiago Marquina en Jarque de Moncayo, de la bellísima del Casino Principal del Coso zaragozano, de la antigua “Miguel Artigas” de la Plaza de los Sitios, y especialmente de la Biblioteca Municipal de Teruel, a la que acudió todos los días durante dos años (era casi siempre su único visitante) en la época de redacción de su tesis doctoral. SU BIBLIOTECA ARAGONESA La biblioteca de temas aragoneses de Eloy, pues de ella quiero hablar especialmente, se compone hoy de unos ocho mil libros, aproximadamente, que unidos a las revistas, de las que también conserva una buena representación, hacen un total de unos diez mil ejemplares. En esa biblioteca están representados todos los grandes temas que siempre le han interesado. Además de los grandes repertorios (Historias de Aragón, Enciclopedias aragonesas, Actas de los diferentes Congresos y Jornadas de Estudios sobre Aragón…), sus colecciones temáticas más importantes son las siguientes: -HISTORIA: con diferentes subapartados de Prehistoria y Arqueología, Historia Antigua, Historia Medieval, Historia Moderna e Historia Contemporánea. Hay que destacar los fondos de los siglos XIX y XX, con algunos buenos libros sobre la Guerra de la Independencia, Carlismo, II República, Guerra Civil y Franquismo. En total unos mil volúmenes. A ellos habría que sumar su nada desdeñable colección de historias locales, con unos trescientos ejemplares. -DERECHO ARAGONÉS e HISTORIA DEL DERECHO. En este apartado se incluye y destaca especialmente el fondo Joaquín Costa, sobre quien tanto ha escrito y publicado Eloy, que reúne más de un centenar de libros de Costa o sobre Costa. -LETRAS Y ARTES. Están aquí representados todos los más importantes escritores aragoneses, desde Servet, Gracián, Molinos, Luzán o los Argensola, hasta los más próximos en el tiempo como Sender, Jarnés, Seral y Casas o Miguel Labordeta, siendo especialmente significativos su fondo sobre Antonio Fernández Molina (con unas doscientas piezas entre libros, folletos, postales o dibujos reunidos a lo largo de muchos años de amistad con quien fue secretario de Cela en Papeles de Son Armadans y de Miguel Labordeta en Despacho Literario) y su colección de libros sobre Santiago Ramón y Cajal. Junto a ellos hay inventariados unos seiscientos ejemplares más de escritores vivos. Es también relevante su fondo de periódicos y revistas, pues Eloy ha sido desde siempre coleccionista de números unos, extras, aniversarios, números especiales, etc. La colección de revistas es muy representativa de lo publicado en Aragón en los últimos años y en su biblioteca están -completas o casi completas- la Revista de Aragón, Argensola, Teruel, Andalán, Rolde, Alazet, Anales de la Fundación Joaquín Costa, Zurita, Cuadernos de Aragón, Aragón 2000, Trébede, Artigrama, Turia, Siete de Aragón, Qriterio Aragonés, Cuadernos Aragoneses de Economía, el Boletín del Museo e Instituto “Camón Aznar”, los Cuadernos de Estudios Caspolinos, los Papeles Bilbilitanos, los Cuadernos de Estudios Borjanos, etc. En el apartado de libros de arte están presentes las más importantes monografías sobre el Románico aragonés, el Mudéjar, el Pilar o La Seo, sobre pintores del siglo XIX como Unceta, Gárate o Pradilla, o sobre artistas del XX como Serrano, Gargallo, García Condoy o Salvador Victoria. En total los libros de arte sobrepasan los setecientos ejemplares, a los que deben sumarse unos cuatrocientos catálogos de los más importantes artistas aragoneses. CINE. Dispone la biblioteca de Eloy de unos cien ejemplares de libros generalistas y de distintas monografías sobre Segundo de Chomón, Luis Buñuel, Florián Rey, José María Forqué, Carlos Saura o José Luis Borau. CIENCIAS SOCIALES, ECONÓMICAS Y POLÍTICAS: con un buen fondo sobre política, antropología, folklore, sociología o educación, de unos ochocientos ejemplares aproximadamente. La biblioteca de economía está compuesta por unos cuatrocientos volúmenes y reúne estudios, tantos históricos como recientes, sobre agricultura, industrialización, ferrocarriles, comercio, banca, etc. SU BIBLIOTECA SOBRE GALICIA Y PORTUGAL Eloy ha sido siempre un enamorado de Galicia y Portugal. Y en eso, parece evidente, tiene mucho que ver Marisa, su mujer, que nació en tierras gallegas y a la que conoció estudiando Pedagogía en Madrid. Eloy ha reunido una buena biblioteca de temas gallegos y de literatura en portugués y sobre Portugal que guarda en la localidad coruñesa de Cariño, parroquia de Figueroa, donde mantiene casa. No será necesario que confiese que, a pesar de que he sido invitado en numerosas ocasiones a conocer esa casa, nunca me he atrevido a ir con Eloy hasta allí. Si yendo a Épila creí morirme, no puedo ni imaginarme cómo debe de ser un viaje hasta Cariño. LAS BIBLIOTECAS PERDIDAS Eloy reunió además otros muchos libros que hoy se encuentran dispersos por distintas instituciones. En 1989, al cumplirse cincuenta años del final de la Guerra Civil, Eloy transfirió a las Cortes de Aragón una importante colección de libros sobre la II República, la Guerra Civil y el Franquismo. Con ellos el Servicio de Biblioteca, Archivo y Documentación de las Cortes de Aragón editó ese mismo año un catálogo no venal, con prólogo del propio Eloy, en el que se describían 978 libros y folletos y una pequeña colección de diferentes números sueltos de veinte revistas, entre las que destacaban Acción Española, Letras, Vida Nueva, Escorial o Jerarquía. En su introducción al catálogo, Eloy se atrevía a recomendar uno de aquellos libros (con buen tino, pues es sin duda un libro excelente): Cambio de rumbo, del jefe de la Aviación Republicana Ignacio Hidalgo de Cisneros. Su padre, Arturo Fernández Cáncer, había dedicado su vida al magisterio. Nacido en Azuara en 1906, fue maestro en Alloza durante casi catorce años hasta su traslado a Zaragoza, donde trabajó hasta su jubilación en el Grupo Escolar “Joaquín Costa” que dirigía don Pedro Arnal Cavero. Pues bien, don Arturo había reunido a lo largo de su vida una buena colección de libros escolares que Eloy y su hermana heredaron a la muerte de aquél en 1991. Y esa biblioteca pedagógica, enriquecida con los fondos de tema escolar del propio Eloy, fue donada al Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Zaragoza que entonces dirigía Tomás Escudero. El ICE publicó un catálogo del fondo bibliográfico donado con el título de La biblioteca de un maestro. Legado bibliográfico Arturo Fernández Cáncer en 1992, catálogo que comprende unas mil entradas. Para el ICE era la primera donación bibliográfica importante que recibía desde que en 1970 puso en marcha su biblioteca. Eloy se ha desprendido además de otros muchos libros: algunos de sus libros de o sobre Ramón J. Sender fueron a parar al Instituto de Estudios Altoaragoneses; sus libros de gramática histórica (también procedentes en buena parte de la biblioteca de su padre) al Departamento de Lengua de la Universidad de Zaragoza a través de María Antonia Martín Zorraquino; sus libros no aragoneses utilizados durante la redacción de Gente de Orden -su magna obra sobre Aragón en la Dictadura de Primo de Rivera- fueron donados a la Biblioteca “María Moliner”, que también recibió sus libros sobre feminismo; y su biblioteca de historia del periodismo fue donada a la Biblioteca Municipal de Alcañiz, acordándose que llevara el nombre de Francisco Mariano Nipho. Otras donaciones de libros las ha realizado a la Biblioteca de Andorra, a la de Épila y a la de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, a la que transfirió unos quinientos libros de historia económica. De su gran generosidad yo también puedo dar fe. En el año 2001 me regaló un precioso álbum de firmas del siglo XIX que perteneció al brigadier Ulibarri y a su esposa, encuadernado maravillosamente en plena piel de la época. Contenía autógrafos de un montón de escritores: Miguel Agustín Príncipe, Ramón Franquelo, Eulogio Florentino Sanz, Antonio García Gutiérrez, Francisco Camprodón, José Selgas, Ceferino Suárez Bravo, Pompeyo Augusto Ferrán, Carolina Coronado…, y un dibujo original de F. Sebastián fechado en 1896. También incluía un poema autógrafo de Jerónimo Borao que algún tiempo más tarde, cuando me hice con la edición zaragozana de sus Poesías de 1869, impresa por Calisto Ariño, comprobé que figuraba incorporado a la misma: el titulado Romance para el álbum del brigadier Ulibarri y su esposa, que comienza así: “Libro es triste el de mi vida; / que están escritas sus hojas / con llanto en los ojos muchas, / con risa en los labios pocas”. Ese regalo fue sin duda otra prueba más de que Eloy no reúne las condiciones para ser un bibliófilo de verdad, porque nunca un auténtico bibliófilo se desprendería de una pieza como esa. Aunque por lo que me afecta, entenderás querido lector que esté encantado de que Eloy no sea un bibliólatra tradicional y de que, gracias a eso, me regalara el álbum del brigadier con nombre de antiguo presentador de televisión con errata. ELOY, EDITOR En este recorrido que estamos haciendo por la relación de Eloy con los libros, nos faltaría recordar su labor editorial y de dirección de proyectos editoriales de primer orden. Eloy dirigió la Gran Enciclopedia Aragonesa y sus apéndices primero, tercero y cuarto, un trabajo extraordinario que puso por primera vez al servicio de los aragoneses un corpus de información sobre Aragón hasta entonces disperso por miles de estudios y monografías en buena parte inencontrables. Ordenar todos esos materiales, poner a trabajar a un numeroso grupo de expertos y profesores, coordinarlos y hacer que el resultado final fuera un producto de divulgación de la mejor calidad, fue obra de Eloy, que vivió con la GEA una de las aventuras intelectuales más estimulantes de su vida. Luego diseñaría también la Enciclopedia Temática de Aragón y en estos últimos años dirigió para la Institución Fernando el Católico la Biblioteca Aragonesa de Cultura, financiada por Ibercaja, y de la que publicó un total de cincuenta volúmenes. También desde 1998 pertenece al Consejo Editorial de la sección de libros de Historia de la editorial Marcial Pons. EPÍLOGO Como tantos de nosotros Eloy ha vivido siempre entre libros y, en muchas ocasiones, para los libros. Poco importa que se considere un bibliófilo o no. Todos deberíamos saber que los libros son, por encima de cualquiera otra consideración, un vehículo de transmisión de cultura. Y eso han sido siempre los libros para Eloy: un instrumento para saber cada día un poco más, para ser un poco más libres y mejores, para darnos cuenta de lo mucho que nos falta todavía por aprender. Y puesto que los libros sirven para todo esto, yo le pediría a mi queridísimo Eloy que se quedara con las ediciones más recientes y actualizadas (que seguro que tienen prólogos clarificadores, cientos de notas a pie de página y modernísimas encuadernaciones en cartoné plastificado) y que me regale las más viejas y cochambrosas -por ejemplo, el librico de Costa sobre la Exposición Universal de 1867 impreso en Huesca al año siguiente-, que yo ya las restauraré y encuadernaré debidamente. A cambio me comprometo a acompañarlo a Épila las veces que sea menester. Y que sea lo que Dios quiera.
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