LABORDETA: JE ME SOUVIENS

José Luis Melero

 

 

Recuerdo que le gustaban mucho los chachepots y que estuvimos debatiendo con los amigos sobre cuál era el nombre correcto de esos bizcochos esponjosos empapados en licor.

Recuerdo que me decía que todo lo que habían ahorrado en casa era gracias a Juana, porque era una castellana muy ordenada.

Recuerdo que el último libro que dedicó fue para unos amigos de Caspe de Víctor Juan Borroy.

Recuerdo que cuando yo viajaba con el Zaragoza siempre me llamaba al acabar los partidos, y que su voz sonaba triste cuando habíamos perdido.

Recuerdo el día que en Casa  Emilio nos cantó “Cucurrucucú Paloma”.

Recuerdo la primera vez que fui a su casa del Camino de las Torres con Chesús Bernal.

Recuerdo muchos de sus conciertos, pero sobre todo uno en Albarracín con Antón Castro.

Recuerdo con emoción que fue el primero que vino al hospital a ver a mi hija el día que la operaron.

Recuerdo que no se quejó durante su enfermedad ni una sola vez.

Recuerdo lo mucho que quería a Félix y recuerdo que le dejó, para que él lo utilizara toda la temporada, su abono del Zaragoza.

Recuerdo lo poco que avanzábamos en nuestros paseos casi diarios, pues todos se querían parar a hablar con él.

Recuerdo que era tierno como un oso de peluche.

Recuerdo que me contó una anécdota memorable de cuando Rosendo Tello abandonó el seminario y entró a trabajar en el colegio de Santo Tomás de Aquino.

Recuerdo la visita a su casa de Villanúa con Luciano Gracia.

Recuerdo las nocheviejas en mi casa.

Recuerdo que cuando estaba malico coincidí en su casa con Paco Úriz, con Jesús Alemany, con Fernando Ferreró, con Víctor Manuel y con Willy Toledo.

Recuerdo que el día que le conté que Federica Montseny escuchaba sus canciones en el coche, cuando la traían de Francia a España, solo dijo: “¿y qué?”.

Recuerdo que no tenía vanidad.

Recuerdo lo mucho que admiraba a Mariano Gistaín.

Recuerdo que le pedí, para publicarlos en Rolde, los últimos poemas que escribió, y que se los ilustró José Manuel Pérez Latorre.

Recuerdo cuánto quería a sus hijas y a sus nietas y lo bien que hablaba siempre de Sabina, la madre de Juana.

Recuerdo que le costaba guardar un secreto.

Recuerdo que una noche etílica cambiamos la letra de una de sus canciones por otra letra gamberra, y él no solo no se molestó sino que acabó cantándola con nosotros.

Recuerdo cuando se compró la casa de Altafulla.

Recuerdo que le presenté varios de sus libros y que él también presentó alguno de los míos.

Recuerdo que quería mucho a Emilio Gastón y a Eloy Fernández Clemente.

Recuerdo sus discursos en las Cortes.

Recuerdo que el día que yo iba a ver al Rey le pedí la corbata que le había pintado Ibarrola y que él también había llevado cuando fue a verlo.

Recuerdo que me dijo que esa corbata la tenía Chesús Yuste, porque la había comprado en una de esas subastas organizadas para conseguir fondos para la CHA.

Recuerdo cuando lo recogía con el coche para irnos a cenar a Casa Emilio.

Recuerdo el día que fuimos a los toros, al palco de Canal Plus.

Recuerdo el día que nos contó la separación matrimonial de un cantautor amigo suyo.

Recuerdo que nos hablaba muy bien de Uxue Barkos.

Recuerdo una cena en casa de Emilio Gastón, de la que tres de los que se sentaron a la mesa ya no podrán contar nada: él, José Ignacio Ciordia y Félix Romeo.

Recuerdo cuando fue pregonero de las Fiestas del Pilar, y lo feliz que me sentí al verlo en el balcón del Ayuntamiento con la trompetilla o corneta de alguacil que le había regalado José Ramón Marcuello.

Recuerdo cómo nos emocionamos el día que lo hicieron Doctor Honoris Causa por nuestra Universidad, y cómo no dijo ni una sola mala palabra de los dos o tres profesores de la Facultad de Letras que se habían opuesto.

Recuerdo cómo llorábamos Luis Alegre, Yolanda y yo en La Aljafería el día de su muerte.

Recuerdo cuánto lo quise.